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'Para mi padre el Carnaval era su vida, aún en sus últimos días pensó y cuidó de sus gigantonas', contó Darly Altamiranda, hija de Jorge Altamiranda, uno de los líderes de tradición más longevos de la festividad, que falleció el pasado viernes a sus 95 años.

Jorge Altamiranda, creador de Las Gigantonas del Carnaval le donó su alegría, entusiasmo y creatividad a la fiesta barranquillera desde 1948 hasta el último de sus días.

La obra de más de tres metros de alto es ampliamente conocida por cualquier hijo de esta ciudad o asistente a la fiesta más grande de Colombia, el Carnaval. Desde 1950, el contoneo lento de las voluptuosas muñecas ha conquistado de manera ininterrumpida el cumbiódromo de la Vía 40, siendo una demostración manifiesta del talento y la inventiva de su creador.

Fue en un taller del barrio San Isidro, la 'zona de trabajo' de don Jorge –como él mismo le llamaba– donde decidió empezar a construir sus muñecas hace varias décadas.

Su padre, también llamado Jorge Altamiranda, era un escultor que durante las fiestas del dios Momo hacía parodias de la clase política y construía carrozas. Este hombre dedicado a la cultura y a las artes le heredó a su hijo el conocimiento del grabado sobre piedra y su amor por el Carnaval, una adhesión que se mantuvo intacta hasta el final de sus días.

Este creativo hacedor de 1.63 cm de estatura, debutó en el Carnaval en 1948 con un Joselito gigante que participó en los desfiles los cuatro días de fiesta. Ese mismo año ganó el Premio a Mejor Disfraz y dos años después aparecieron Las Gigantonas, 'sus otras hijas', como lo definió Carmen Altamiranda, su hija mayor.

'Esas muñecas eran la creación más querida de mi padre. Vivía orgulloso de ellas, de los premios que había ganado y las condecoraciones. Viajó por toda Colombia gracias al cuidado que le dio a sus hijas grandes', manifestó Carmen.

Siete Congos de Oro y más de 45 menciones de honor obtuvo este líder de tradición en su larga carrera carnestoléndica.

'A sus 95 años ya cumplidos mi papá se desesperaba por las muñecas, estaba inquieto y preguntaba si ya las habían arreglado, si estaban listas para el desfile de la útima Batalla de Flores. Todavía le entusiasmaba el Carnaval, era su vida', contó la hija de don Jorge, como cariñosamente le llamaban.

Sus hijos fueron una parte activa en la creación de esta tradición que hoy suma 67 años. Mientras su esposa cosía los vestidos de las dos gigantonas, ellos retocaban la pintura, las flores y los accesorios de este disfraz que pesa alrededor de 20 kilos.

No es sacrificio

Santiago Luna es un joven de 25 años que en las fiestas se sube a los zancos para pasear a las coquetas gigantonas en el Carnaval, lleva en él la muestra material de la creatividad de Jorge.

Un trabajo complicado teniendo en cuenta que no solamente se tiene que disfrazar sino que lo hace desde la altura. Sin embargo, para él no es un sacrificio, por el contrario, 'es un aporte al legado' que dejó un importante hacedor de la cultura barranquillera.

Una de las preocupaciones que tuvo Altamiranda en vida fue a dónde iba a parar la tradición que cultivó con tanta dedicación, en vista de que entre sus familiares no aparecía un heredero.

'No sé qué voy a hacer. Tengo nietos, pero le paran bolas por un momentico y luego se aburren. La cosa está difícil para que siga la tradición', señaló Altamiranda en una entrevista realizada por EL HERALDO hace varios años.

Aunque todavía el destino de la tradición es algo incierto, sus siete hijos, 24 nietos y 21 bisnietos, buscan que el recuerdo de este ‘pequeño gigante’ de la tradición continúe en la memoria del pueblo barranquillero.

La velación del hombre que dedicó su vida a adornar la vía que por cuatro días derrocha Carnaval y folclor, se realizó ayer en la Funeraria Abadía del Prado y el sepelio en el Cementerio Universal a las 4:00 de la tarde con la presencia de sus familiares, amigos y demás seres queridos que despidieron al gigante de la tradición barranquillera.