¿Qué hace una mujer que anhela tener hijos y no puede, cuando su situación socioeconómica no le permite encontrar alternativas? Bajo esta premisa se mueve La Perra, la última publicación de la escritora y guionista caleña Pilar Quintana.
La autora decide escribir esta historia por dos razones: por un lado está la nostalgia que le produce estar lejos de la selva del Pacífico, en la que vivió muchos años, y por otro una fuerte fijación que tiene por la maternidad.
'Tenía interés en contar los otros lugares de la maternidad. Normalmente en los comerciales nos presentan el lado bonito de ser madre, entonces yo quería mostrar el lado más oscuro de la maternidad y creo que esa fue la intención desde donde empecé a contar la novela', explicó Quintana.
La Perra es la historia de Damaris, una mujer de tez morena del pacífico colombiano que está a punto de cumplir 40 años y no ha podido quedar embarazada. Un día decide adoptar a una perra que se encuentra en la playa a la que se le murió su madre. Decide nombrarla Shirly, como le habría gustado llamar a la hija que nunca tuvo. Damaris crea un lazo maternal con el animal, que se convierte en el centro del relato.
'Esas ganas de tener hijos a mí me parecían completamente animales. Incluso algunas personas que no tienen hijos, con sus mascotas tratan de cumplir el rol de madres y padres de velar por el bebé. Me interesó verlo desde ese punto de vista'.
Quintana vivió dos momentos en su vida, que podrían ser los dos espectros de la maternidad a una edad avanzada.'Fui una mujer en edad de quedar embarazada o en la edad en que mis amigas y las mujeres en general estaban teniendo hijos, que no quería ser madre. Y por otro lado, cuando ya me decidí, fui madre un poco tardía (42 años)'.
Precisamente la autora combinó la escritura de esta historia, que en un principio iba a ser un cuento, con su nuevo papel de madre. Su hijo Salvador tenía pocos meses de nacido cuando Quintana aprovechaba los momentos en que lo amamantaba o dormía para escribir, desde su teléfono móvil, el relato.
'Pasaron tres meses, lo pasé todo a mi correo electrónico, lo imprimí y me di cuenta que no era un cuento. Sabía que le faltaba muchísimo trabajo –era el primerísimo primer borrador–, aún no había creado el universo, faltaba alimentarlo y ya tenía 72 páginas'.
El texto final de 108 páginas, que bien podría ser una nouvelle, también habla de las desigualdades sociales.
'Reproduzco eso mismo que siempre me ha interesado contar, que es una sociedad llena de desigualdades profundas, pero creo que en este caso obedeció también a necesidades de la trama. Quería contar la historia de una mujer que estuviera cercada, que no tuviera alternativas para tener hijos. Quería que la protagonista, fuese nativa y que no pudiese salir de ahí'.