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Desde los Cabildos negros de la colonial Cartagena llegó a Barranquilla la tradición de sus máscaras de rituales, para así dar color y ‘espiritualidad’ a las faenas animales que danzan cada año en Carnaval. Así lo describe Luis Carlos Asís al introducir su pequeño taller artesanal en Soledad, donde talla una historia de más de 140 años que se aferra a sobrevivir en sus manos, las del último artesano de máscaras de herencia barranquillera, dice él.

Su soledad se contrapone a 7 kilómetros de allí, en Galapa, donde familias enteras han transformado esas osadías esclavistas de resistencia cultural y costumbres mokaná, para plasmar en creaciones artísticas la fauna de las planicies salvajes africanas que, a su vez, son representaciones del mundo espiritual indígena. A través de sus máscaras, ambos municipios del Atlántico le dan vida a un Carnaval tallado a mano.

'El patrimonio de la fiesta también está en su arte', dice el artesano galapero José Llanos, y así lo impuso durante el bicentenario de la ciudad con la corona de rey Momo puesta, en 2013. No se equivocaba. Esa expresión del mestizaje multicultural propio de la identidad barranquillera también se refleja en las formas asimétricas de las máscaras.

Aser Vega, investigador y asesor en Artesanías de Colombia, refiere que estas figuras animales elaboradas en maderas tienen sus orígenes en los rituales aborígenes y africanos que se integraron a las festividades europeas como una forma de resistencia ante la represión del imperio español. Tomaron forma en celebraciones de Cartagena, Santa Marta, Mompox, Valledupar y pueblos de las sabanas y ribereños del Magdalena.

A eso hace alusión Llanos, hace 42 años, con el ritmo en los pies y con los tocados de sus bailarines de Selva africana, la comparsa de tradición popular que inició en 1975 para traer la magia de África a las calles dicharacheras de todo el Atlántico. Pero tiempo atrás otros líderes de danzas ya habían empezado la tradición en el barrio Rebolo de Barranquilla. Su legado hoy perdura solo bajo la batuta de Luis Carlos Asís.