'No hay nada más lindo y satisfactorio que ver la alegría de los niños cuando se despiertan desde temprano y ven los juguetes alrededor de su cama o en el pie del arbolito', dijo Delmis Manzur, madre de Miguel Ángel Camargo, de ocho años, mientras este se encontraba afuera de su casa con toda su atención puesta en la pista de carros que le había llegado a mitad de la noche de Navidad.
Tradicionalmente el 25 de diciembre es un día en el que —a pesar de trasnochar— las familias se reúnen desde muy temprano, los pequeños disfrutan con sus nuevas adquisiciones y la satisfacción en el rostro de los padres solo se compara con las risas y gritos de euforia de los pequeños mientras, a su manera, expresan agradecimiento.
Tal como se le veía a Yirleydis Wester, sentada en el bordillo de su casa. Mientras con una mano sostenía la manguera que llenaba la piscina y, con la otra, trataba de detener las peleas entre los niños que querían aventarse al agua.
'Yo no soy mamá, pero sí soy tía y, en días como hoy, verlos a todos así, felices me llena de emoción', indicó.
Diferentes calles del barrio Rebolo, y otros aledaños, estaban cerradas por cintas y vallas que brindaban seguridad y permitían que los menores fueran libres para correr, patinar, manejar bicicletas, pasear a sus muñecas en coche e incluso bañarse en piscina como era el caso de los 4 sobrinos de Wester.