La vida de las siete generaciones de la familia Buendía en Macondo, en Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez; las reuniones de intelectuales en París, en Rayuela, de Julio Cortázar, y la vida de Artemio Cruz en la Revolución Mexicana, en La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes, son solo algunas de las historias que marcaron la literatura latinoamericana del siglo pasado. De un boom que solo se mantiene entre libros y en un solo exponente vivo.
Durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México, el nobel de literatura peruano, Mario Vargas Llosa, de 80 años, recordó que es el último sobreviviente del boom latinoamericano. Movimiento literario al que también pertenecieron escritores como Julio Cortázar (Argentina), Jorge Amado (Brasil), Jorge Luis Borges (Argentina), Carlos Fuentes (México), Juan Rulfo (México), Gabriel García Márquez (Colombia), Augusto Roa Bastos (Paraguay) y Guillermo Cabrera Infante (Cuba), entre otros.
'Cuando miras atrás y descubres el fenómeno del llamado boom, que nosotros todavía no sabemos qué es, lo que realmente fue y quiénes realmente formaban parte de él, descubres que todo es posible (…) Ya no existe, yo soy en cierta forma el último sobreviviente del boom. A mí me toca el triste privilegio de tener que apagar la luz y cerrar la puerta', expresó el escritor peruano.
Pero aun cuando su luz se apague, la literatura de esta región marginada por la historia permanecerá en los más altos estándares del mundo, porque así se dio a conocer y se posicionó como un género. Eso lo recuerda bien Vargas Llosa, al rememorar un episodio de 1963 en el que quedaría en evidencia lo que significó el boom.
El escritor Jorge Luis Borges fue invitado por la Unesco a participar de un homenaje a William Shakespeare, en París. Vargas Llosa observaba desde el público la admiración que las palabras del argentino despertarían entre los franceses –'que siempre se han creído dueños de la inteligencia', decía el peruano–; quedaron anonadados por su conocimiento en la cultura y su perfecta pronunciación en francés de las obras del dramaturgo inglés.
'Francia, Inglaterra, Italia, Estados Unidos reconocieron que América Latina no solo producía dictadores, guerrilleros, encono, violencia, aventura; sino que además también podía producir buenas novelas. Nadie sabe exactamente qué pasó. Yo creo que hay una fecha que es clave, el año de 1963…'.
Y sí, la literatura de la época se dio entre lo imposible. Pero se dio.
El arma de las letras
Entre los años 60 y 70 surgió el fenómeno en medio de un contexto social y político complejo, fuertemente influenciado por la dinámica de la Guerra Fría. De hecho, fue con el triunfo de la Revolución cubana que los escritores se 'unieron' para trasladar la gloria a las artes, cuando todavía comulgaban con las ideas de Fidel Castro –posteriormente muchos se alejaron de la revolución y pocos, como García Márquez, se mantuvieron–.
Mientras tanto, en esa época algunos hechos marcaron las letras latinoamericanas… En Colombia con el Frente Nacional bipartidista surgían las primeras organizaciones guerrilleras, con ella el conflicto armado y más tarde la ola del narcotráfico. En Argentina se da el golpe de Estado que inicia la Revolución argentina y años después la dictadura de Jorge Rafael Videla. En Brasil derrocan al presidente João Goulart en un golpe de Estado para imponer otra dictadura militar. En Bolivia asesinan al guerrillero argentino, y comandante de la Revolución cubana, Che Guevara. En México se da la matanza de Tlatelolco hacia los estudiantes por orden del gobierno en la Plaza de las Tres Culturas.
'En medio de esa convulsión surge el boom latinoamericano pero no como un movimiento de otros tiempos. No es que los escritores tuvieran encuentros bohemios y los bautizaran con ese nombre. Cada uno trabajaba por su lado, algunos ni se conocían; pero se da el hecho singular de que un grupo de novelistas tuvieron éxito en librerías y la crítica los empezó a relacionar', aclaró el escritor y literato Joaquín Mattos.
De hecho –afirmó Mattos– hay una polémica sobre cómo surge el nombre. Hay quienes lo adjudican al chileno Luis Harss con la publicación del libro Los nuestros, en 1966; en el que hizo un retrato literario de la época con entrevistas a escritores como Borges, Cortázar, Rulfo, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa. Otros dicen que el punto de partida del Boom fue la publicación de La ciudad y los perros, de Vargas Llosa, en 1962.
'El éxito del boom fue que permitió, por primera vez, que novelas de América Latina se publicaran en Europa, por editoriales de España. Aunque al grupo pertenecieron más de 10 escritores, los que encabezan la lista son Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Y el boom se impulsó en todo el mundo con el éxito editorial sin precedentes de Cien años de soledad, publicada en 1967', explicó Mattos.
Con la novela del Nobel de Literatura colombiano, finalmente, se adoptó el realismo mágico como un género literario, exclusivo del boom latinoamericano, caracterizado por las vetas fantásticas y sobrenaturales de las historias. En su momento nadie podía creer el récord de ventas de un libro hecho en la región, como también mencionó el nobel peruano en la FIL de Guadalajara.
'Nunca he visto yo en toda mi larga existencia un libro que provoque en todas las lenguas, en todas partes, un entusiasmo parecido (…) De alguna manera, América Latina obtuvo un reconocimiento universal a partir de ese libro que nos desagraviaba de cierta forma de todas las versiones caricaturales, muchas veces degradantes con las que América Latina aparecía cuando los periódicos, las revistas, las críticas de otros países llegaban a interesarse por nosotros', expresó.
En general, la proeza otorgada a estos ilustres de las letras fue el desafiar las convenciones establecidas, experimentar y crear su propio lenguaje literario. Bien lo describió en algún momento Cortázar:
'En vez de imitar modelos extranjeros, en vez de basarse en estéticas o en ‘ismos’ importados, los mejores de ellos han ido despertando a la conciencia de que la realidad que les rodeaba era su realidad (...) virgen de toda exploración por las vías creadoras de la lengua y la invención ficcional'.