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'En cambio, ahora, el escritor de 62 años, que en la pasada primavera estuvo dos veces en el hospital tratándose una enfermedad de viejo, fue hallado muerto en su habitación con la cabeza destrozada por una bala de escopeta de matar tigres'. Así describió Gabriel García Márquez la muerte de quien fue una de sus grandes influencias en su proceso de formación literaria: Ernest Hemingway.

Un 2 de julio de 1961, el Nobel colombiano llegaba por primera vez a Ciudad de México, el último lugar que lo vería con vida 53 años después. Ese mismo día, a varios kilómetros de distancia en Idaho, Estados Unidos, Hemingway detonaba una de sus armas de caza sobre su humanidad. El suicidio del escritor norteamericano generó gran conmoción en García Márquez, quien lo leía con un entusiasmo estudiantil de quien aprende de su maestro.

En el texto Un hombre ha muerto de muerte natural, Gabo detalló aquel suceso para una revista mexicana de cultura, resaltando las características del ya consagrado autor universal, que dejaban entrever las letras de sus novelas y cuentos.

Hoy se conmemoran 55 años desde aquel fatídico día en el que el mundo vio desaparecer la pluma que se consagró como Nobel de Literatura en 1954 –28 años antes de que el colombiano recibiera el mismo premio, en 1982–.

Los protagonistas de sus escritos –a diferencia de su muerte– llevaban en sus aventuras el coraje de querer la vida, las de los héroes ideales y los finales de hazaña. El viejo Santiago que domó un pez espada en una lucha de tres días bajo el mar de La Habana es uno de esos ejemplos, en el libro que lo consagró: El viejo y el mar.

Con aquella historia inspirada en Cuba se ganó las dos distinciones más importantes de su carrera: el Pulitzer y el Nobel. El periodismo y la literatura no fueron lenguajes tan distantes para el norteamericano, según le atribuye el escritor samario Joaquin Mattos Omar. 'Su estilo fue seco, conciso, casi que periodístico. Una técnica muy depurada'.

Su principal innovación en recursos narrativos fue el conocido ‘dato escondido’. 'Sobre todo en sus cuentos se observa este empleo, en el que oculta o deja de suministrar un elemento anecdótico de la historia', explica Mattos.

De esos silencios significativos podría nombrarse el del cuento Los asesinos, en el que unos personajes llegan a un pueblo a matar a un ex boxeador por encargo de otro, pero nunca se cuenta la razón por la cual van a matar.Ese es su dato escondido.

Su estética literaria particular dejó finales abiertos en muchos de sus textos. Y, sin duda, lo catapultó como uno de los principales novelistas y cuentistas del siglo XX.

Una biografía novelesca. De aventuras, proezas, guerras, amores, pérdidas y accidentes –como en la mejor de las historias– estuvo cargada la vida del autor de Fiesta. Hay escritores que no tienen biografía, en el sentido de que su existencia transcurrió tranquila sin mayores sucesos. Ese no es el caso de Hemingway: su mejor novela fue su propia trayectoria en la Tierra.

Sus primeros años en Illinois, un suburbio de Chicago, fueron comunes entre su padre Clarence, médico, y su madre Grace, músico. Fue hasta 1918 que se registra su primera aventura con la Cruz Roja, como conductor de ambulancia en el Frente Italiano. Escenas de sus días en la guerra están plasmadas en Muerte en la tarde. Se retira luego de una grave herida por fuego de mortero que sufrió.

Sus años mozos transcurrieron en París, donde conoció a grandes escritores como Gertrude Stein y Ezra Pound. Trabajó en medios cubriendo guerras y viajes. En Pamplona, España, se enamoró de las corridas de toros en las fiestas de San Fermín. Fue corresponsal en la Guerra Civil Española y hacía paseos de cacería en África. Mientras que en Cuba vivió sus mejores tiempos hasta que la revolución lo obligó a salir.

Estuvo al borde de la muerte en un accidente y por una enfermedad, pero finalmente fue él quien decidió el final de su historia, al igual que la de sus mejores personajes. Pero como escribió Gabo para aquella revista mexicana… 'Probablemente, este no sea el final de alguien, sino el principio de nadie en la historia de la literatura universal'. Y así fue.