Compartir:

Con solo un mes de experiencia, un par de tenis y sin contarles a muchas personas, me lancé a la gran aventura de participar y–como periodista de EL HERALDO–también contar cómo es una competencia de crossfit. Pondría a prueba mi resistencia física y la fuerza que podría contener un ligero cuerpo de 1,65 metros de alto con 57 kilos de peso.

Antes del desafío físico, los primeros retos son mentales. Estos empezaron para mí el 19 de febrero, día en que debía realizar el primer wod (workout of the day), que significa entrenamiento del día. Esa mañana no comí antes de ir al gimnasio, motivo por el cual no pude ejecutar ese desafío.

No haber participado en esta primera fase me ubicó de última en la tabla de competidoras principiantes, en el puesto número ocho. Sin embargo, este resultado fue la inyección de actitud que necesitaba para retarme y darle un giro a mi posicionamiento.

PREPARACIÓN. A las 5 de la mañana iniciaba el entrenamiento intensivo en el gimnasio Noisy Town Crossfit, el mismo que organiza la competencia. Cumplí con todas las horas de clases y le pedí a los entrenadores que me recordaran la técnica de los ejercicios que tendría que hacer a la hora de competir. Mi alimentación se convirtió en la más sana–a base de vegetales y proteínas–tomaba todo el agua posible y trataba de dormir ocho horas diarias.

DEL PERIÓDICO AL ‘BOX’. El sábado 27, cerca de las 12:30 p.m., dejé mi libreta y lapicero, instrumentos básicos de un periodista, y abandoné la sala de redacción de EL HERALDO para dirigirme hacia el box, como se les llama a los gimnasios que en los que se practica este deporte.

En menos de 15 minutos ya estaba en el lugar, donde debí quitarme mi vestido y sandalias, para cambiarlos por un par de tenis, una pantaloneta negra y un top rosa.

Al recoger bien mi cabello con una apretada cola de caballo y caminar hasta la zona de entreno, la coach Liliana Martínez me mandó a estirar y hacer movilidad, todo con el fin de preparar el cuerpo para el fuerte wod.

Tengo que confesar que mientras hacía los estiramientos, mis piernas temblaban y los latidos del corazón se me aceleraban exageradamente.

Después de probar el peso total de una barra de 25 libras, que cargaría con un disco de 10 por cada lado, estaba lista para el gran desafío.

'Inicias en 10 segundos Leidys', dijo Junior Duque, el entrenador que por ese día fue mi juez, mientras que Lily, Mike Wilches y Álex Morales, otros expertos en el deporte, me decían con cara de lamento: 'buena suerte'.

Entonces empecé. En un tiempo máximo de 20 minutos debía hacer 21 burpees, ejercicio que consiste en dejarse caer de frente al suelo, levantarse con una sentadilla y saltar. Luego 21 thrusters, en los que se eleva una barra hasta los hombros con los codos hacia al frente, se hace una sentadilla y al levantarse la barra se sube sobre la cabeza con los brazos completamente extendidos. Después seguían 18 repeticiones de cada ejercicio, continuaba con 15, hasta llegar a tres de cada uno.

Los primeros movimientos fueron rápidos, pero al llegar a la repetición número 15 de los primeros burpees, ya estaba ‘muerta’. Trataba de respirar con calma pero era imposible.

Al terminar los 21, continúe con los thrursters. El ardor que sentía en las piernas al hacer cada sentadilla, con la barra encima, puede compararse con el dolor producido por una quemadura con fuego.

'¡Házlos de 5 en 5!', gritaba Álex, buscando la manera de que continuara.

En la última etapa de la prueba sentía también ganas de vomitar, tenía la vista nublada y no escuchaba nada de lo que pasaba a mi alrededor.

'Dale que vamos por las últimas', gritaba alguno de los entrenadores, a quien no identifiqué porque en ese momento me sentía como una zombie viviente.

'¡Tres, dos y una!', escuché, y con más fuerza que con la que hice todos los ejercicios, lancé la barra que tenía a la altura de mi cabeza contra el suelo. Como pude, temblando y casi sin consciencia, firmé el papel que certificaba el cumplimiento total del wod: lo había terminado en 17 minutos exactos.

Cerca de las 2 p.m., luego de tomar no sé cuántos litros de agua, me despojé de mi atuento ‘crossfitero’ y volví a encarnar a la periodista de este medio impreso. Tomé un taxi y llegué a la sala de redacción a continuar con mis labores.

El siguiente lunes publicaron los nuevos resultados: estaba de sexta en la tabla. Los sentimientos encontrados de emoción por competir pero de indignación por estar en el lugar que ocupé, me llevaron a ponerle más ganas a este gran reto.

Nuevamente entrené con disciplina durante toda la semana. En mis manos, herramienta principal de un redactor, empezaron a salir molestas ampollas, hasta el punto de tenerlas en carne viva. Con los días se convirtieron en callos, que de alguna manera ayudaron a que fuera más fácil sostener las barras. Cuando llegó el sábado 12, primer día en que competiría junto a todos los participantes de las diferentes categorías, me fui de las instalaciones de EL HERALDO hacia el box, no sin antes comer un buen almuerzo que me aportaría la energía necesaria.

Al llegar al gimnasio, pude ver a la mayoría de competidores, todos estirando y haciendo movimientos para calentar. 'Leidys, empieza a prepararte que tu categoría es la primera', me dijo María Alejandra de Vivo, una compañera que participaba en Intermedio de mujeres.

Otra vez, la redactora desapareció y regresó ‘la chica fitness’, como me suelen llamar algunos colegas. Poco antes de la 3 p.m. ya estaba iniciando la competencia. 'Dale, que eso no te pesa nada', decían algunos de los entrenadores y compañeras del box.

Treinta repeticiones de clean and jerk, movimientos de levantamiento de pesas olímpico, con barra de 25 libras y discos de 10 más. La mitad de ellas las hice casi perfectas, en las demás, del cansancio, se me dificultaba hacer el movimiento final, por lo que mi juez debió decirme en varias ocasiones que no contaba la repetición.

Luego de dos minutos, pasamos a hacer un RM de back squat, es decir, sentadillas con la barra por detrás cargando el máximo peso posible. En este movimiento sentí que no me fue muy bien; solo logré levantar 105 libras.

Después de que continuaran las demás categorías, donde transcurrió una hora, debí iniciar mi segundo wod, uno en el que tenía la seguridad de que podría irme muy bien, ya que se trataba de lograr la máxima cantidad de repeticiones en saltos a una caja, flexiones de pecho y peso muerto. Lo que implicaba tener buen cardio, en otras palabras, un buen pulmón.

Así fue. Terminé de primera en ese circuito, no sin antes volver a sentir la sensación de mareo, ver oscuro, y no escuchar con claridad lo que decían las personas.

Como era de rutina, terminé acostada en el suelo, firmé mi papel, me recuperé y me fui, esta vez a mi casa a dormir.

El lunes 7 de marzo, a las 10.30 p.m., hora en que siempre suben los resultados, la tabla de principiantes ya tenía a sus finalistas. Yo me había colado entre las cinco primeras que competirían por el primer lugar.

A diferencia de las otras semanas, esta fue más dura. Me sentía agotada durante los entrenamientos y adolorida el resto del día en el trabajo. Por lo que, con la asesoría de mis coaches David Ariza y Álex Morales, co propietarios del gimnasio, decidí que el jueves solo haría cardio y el viernes no haría ejercicio.

La gran final. Luego de recuperarme durante la semana y de que llegara el gran día de la final, este sábado, la ansiedad me atacó y los nervios no se quedaron atrás. Durante toda la mañana, y con mis manos aún maltratadas por las ampollas, empecé a escribir esta crónica, con el fin de que al finalizar la competencia solo faltara contar cómo terminó toda esta aventura.

A las 3 p.m. se inició el evento. No se hicieron esperar las caras de preocupación de los competidores, las manos frías y el corazón acelerado. Después de la explicación de los dos wod que se harían y del respectivo calentamiento, arranqué con toda la energía. 30 remos con anillo, 30 tijeras con peso superior y 30 sentadillas delanteras. Al terminar y descansar por dos minutos, continúe con un un RM de snatch. Con todo mi esfuerzo, más el cansancio que ya se apoderaba de mí, solo pude llegar a 65 libras.

Luego de una hora, empecé el segundo wod. Pocos minutos antes habían anunciado cómo iba la tabla. Estaba de última. Este decisivo entrenamiento consistió en hacer 60 wall balls, es decir, sentadillas lanzando un balón hacia arriba frente a una pared. Luego continué con 50 kettlebell swings, 40 deadlifts o peso muerto, 30 toes to bar o pies a la barra y finalicé con 20 clean squats.

Debo confesar que se me dificultó mucho este último wod; mi cuerpo ya no reaccionaba, las piernas se convirtieron en un par de troncos que no se movían, la técnica de los ejercicios se me olvidaban y ya no soportaba los gritos de las personas que me decían 'Leidys, la espalda recta', 'agarra bien la barra' y 'dale que ya te falta poco'.

Cuando ya solo faltaba una repetición para terminar, me había dado cuenta de que las demás competidoras de mi categoría habían finalizado antes, es decir, fui la última otra vez.

Al momento en que subí la barra por última vez, la lancé con más fuerza que nunca hacia el suelo, dejando una marca en la parte que está en madera y que espero que no me toque pagar. Con lo poco que quedaba de mí, me ‘arrastré’ cerca de una pared, donde mi entrenador Álex estiró mis piernas y me decía lo orgulloso que estaba de mí.

Así fue mi gran aventura con un mes de estar entrenando crossfit. No participé en el primer wod, pero llegué hasta la final. El gran premio no fue quedar entre los tres primeros lugares, sino la satisfacción de haber llegado lejos y de haber dado todo de mí. Mientras tanto, descansaré y luego seguiré entrenando, porque para la próxima competencia participaré en la categoría de Intermedio e iré por el primer puesto.

¿QUÉ ES EL CROSSFIT? Es un tipo de entrenamiento funcional que se realiza a alta intensidad y que es constantemente variado porque se combinan ejercicios de calistenia, levantamiento de pesas olímpico, movimientos funcionales, ejercicios aeróbicos y movimientos de gimnasia.