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Tiene su puesto inamovible en la historia de la música afroantillana por su participación como director, productor, arreglista y pianista.

Fue uno de los pilares en la configuración de ese fenómeno denominado Estrellas de Fania, cuyos albores se dieron a finales de la década de los 60 al lado de figuras no menos deslumbrantes como Johnny Pacheco, Ray Barreto, Bobby Valentin, Willie Colón y Héctor Lavoe, entre otros.

Su nombre de pila es Lawrence Ira Kahn, pero en el mundo de la música se le conoce mejor como Larry Harlow, El judío maravilloso, y será la figura principal en la clausura del Carnaval Internacional de las Artes a efectuarse este domingo en el teatro Amira de la Rosa, donde hablará sobre su vida, su obra, su influencia en la salsa y sus proyectos, con Marco Schwartz Rodacki, director de EL HERALDO.

En su casa en Nueva York, ciudad donde reside desde que nació, el 20 de marzo de 1939, el maestro Harlow dialogó con este diario.

¿Qué representa para usted venir a Barranquilla a compartir sus conocimientos frente a un público que goza y valora su música?

Tiene una gran significación para mí. El público de Colombia, y en especial el de Barranquilla, conoce y valora la salsa. Siempre será placentero para mí actuar en esa ciudad que está bien referenciada por los músicos y cantantes.

¿De dónde viene su vocación por la música?

Lo mío es hereditario. Mi padre, americano de nacimiento, de ascendencia austriaca, era bajista; mi abuelo también era músico. Mi madre, de origen rumano, era cantante de ópera. De modo que yo no podía ser otra cosa distinta que músico.

¿Cuándo aprendió a tocar piano?

Como a los cinco años. Estudié en el Brooklyn College, en el barrio de judíos donde nací.

¿Qué músicos influyeron en sus comienzos?

En 1952 salí por primera vez de Nueva York y fui a La Habana. Yo tenía entonces 13 años cumplidos y conocí la música de Arsenio Rodríguez, de Roberto Faz, de Benny Moré, de la Orquesta Aragón. Eso fue un descubrimiento asombroso para mí. Supe enseguida que lo mío era la música. Años después, en Nueva York, cuando visité el Palladium y vi a Tito Puente dándole duro a los cueros con los palitos, estalló la locura.

En el piano, el instrumento de su predilección, ¿a quién admira?

Hay varios: Noro Morales, Peruchín, Ricardo Ray.

Su Orquesta Harlow se distinguió por la extraordinaria fusión de dos trompetas con dos trombones. ¿Qué lo motivó a matrimoniar esos dos instrumentos?

Cuando yo irrumpo en la música estaban en auge las agrupaciones con violines y flautas, algunas con trompetas y otras con trombones. Entonces, yo quise diferenciarme y mostrar mi propio sonido.

Por su orquesta han desfilado cantantes de altos kilates como Felo Brito, Monguito, Ismael Miranda, Heny Álvarez, Junior González, Néstor Sánchez, Rubén Blades. ¿De ellos, cuál considera el mejor de todos?

Es una pregunta difícil, pero le respondo. Para mi gusto el más creativo, el de mayor sabor y el de afinación perfecta, es el albino Néstor Sánchez, ya fallecido. Es más, para mí era mucho mejor que Héctor Lavoe.

Usted que se destacó por tener tantos cantantes, ¿por qué no grabó con Celia Cruz?

Muy buena pregunta. Ojalá Celia pudiera resucitar para hacerle esa pregunta.