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Esta fue una entrevista que no se grabó. Que no se guardó por alguna razón ilógica. Pero de José Ignacio Roca queda una sensación latente que es posible delinear, o, al menos, intentarlo.

A los cinco años, por el trabajo de su padre, dejó la cálida Barranquilla donde nació, con su herencia mestiza y migratoria, la de aire de señorita internacional marcada por los rasgos italianos, el pensamiento americano y el gusto francés de antaño.

Habla cachaco y es por la cantidad de tiempo que se la ha pasado mirando los ladrillos y grafitis capitalinos que encierran una movida cultural única en el país, la que él ayudó a construir en los 18 años que estuvo al frente de la división de Artes Plásticas del Banco de la República, la institución que, en su opinión, merece el título de la 'que más ha trabajado por la cultura nacional', aunque la gente no lo reconozca 'porque tiene en la cabeza la palabra ‘banco', y eso los limita. 'Tendría que llamarse feria, o algo así'.

Estudió Arquitectura en la Universidad Nacional 'como algo heredado por mi hermano mayor'. Es falso que haya cursado veterinaria ('no sé de dónde sacaron eso') y completó su educación en París, en la carrera de Museología. La cereza del pastel es su paso por el Whitney Museum of American Art para concretar su carrera curatorial. El resultado: un compendio vivo de intelectualidad y práctica que hoy por hoy encarna al curador más importante del país, sin exagerar.

Porque actualmente es curador adjunto de arte latinoamericano Estrellita B. Brodsky de la prestigiosa Tate Gallery de Londres, y sí, es una estrellita.

Porque a ese reconocimiento, alabado por el Ministerio de Cultura, hay que sumarle su labor de curador en las principales ferias de todo el continente, como la Poly/graphic Triennial de Puerto Rico o la Bienal de Mercosur, en Brasil, lo que no es poca cosa.

Se quedó esperando la invitación para el Bicentenario de Barranquilla. Parece que lo iban a traer por ser uno de sus hijos ilustres, pero nunca llegó la citación.

A la Arenosa la ve desde lejos con un crecimiento cultural vertiginoso que viene en avalancha desde la creación del Parque Cultural del Caribe. Él fue, de hecho, uno de los jurados que eligió el proyecto ganador de diseño que se llevó el también barranquillero Giancarlo Mazzanti. 'Hubiera sido mejor si la Cinemateca y el Museo de Arte Moderno también tuvieran un espacio allí, para dinamizarlo'. Para su tranquilidad, el anuncio del presupuesto 2014 para el Parque incluye el traslado del MAMB.

¿En qué falla el arte colombiano? 'Yo diría que no falla'. Hay una generación que viene de antaño de artistas como Botero, Grau y Obregón que siguen vigentes, que se han establecido como clásicos latinoamericanos y que ayudan a fortalecer la historia artística nacional. Del mismo modo surgen artistas nuevos que invaden las galerías de arte contemporáneo que si bien no llegan al escalafón de los referentes anteriores, construyen un camino en un sendero marcado para muchos como ajeno y elitista.

'El arte es ajeno para muchos porque su acceso es limitado'. Uno no escucha una ópera en la calle, de manera casual, y rara vez se topa uno un cuadro impresionista -o es consciente de ello- en la casa de un amigo. 'El arte es una experiencia. Es algo que se vive de múltiples formas', y aunque no lo parezca, para Roca es una sensación que todos estamos llamados a percibir, 'pero es más fácil si se tiene un conocimiento previo'.

Roca es arquitecto, además de curador de arte.

Tampoco hay muchos espacios académicos que enseñen museología o curaduría, salvo un pregrado y un postgrado en Bogotá. 'No hay Historia de Arte. Lo que sé lo aprendí estudiando en la curaduría'. Y siempre será más fácil acercarse a algo si se tiene un conocimiento previo.

Pero a la carrera en ascenso del arte colombiano no la detienen esos traspiés. Basta con mirar los espacios públicos y privados dispuestos a convertir lo mínimo en una cuestión de masas, en encontrar la sensibilidad escondida de quienes se quieren mantener al margen de una experiencia tan sublime como humana. Después de todo, es del hombre de quien viene.

Los aliados van surgiendo, como acaba de ocurrir con la feria Pinta, de Nueva York, en la que José Ignacio actuó como curador y eligió un talento emergente, Raura Oblitas, que, patrocinada por Arcos Dorados, viene desde Perú a una residencia artística de un mes a Honda, Tolima, saliendo de los protocolos conocidos y buscando un nuevo tipo de acercamiento con el entorno para crear a partir de este encuentro.

Al arte, si se le entiende, casi se le puede hablar. El arte responde con un zumbido especial, con una voz casi imperceptible, pero universal. Roca lo escucha. Mira. Y aprende. Como curador, se alimenta y alimenta a los demás de arte.