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De acuerdo con los promotores de la discusión, la indiscriminada multiplicación de contenidos falsos a través de esos canales hace que las personas, en este caso votantes, tomen decisiones basados en información insuficiente.

​Esta rápida conclusión (aunque ampliamente debatida y negada por los gigantes de la industria) sumado a un llamado a la responsabilidad, hizo que Google y Facebook emprendieran una batalla abierta contra las noticias falsas, fortaleciendo las políticas sobre lo que se comparte en sus plataformas, los resultados de las búsquedas y la autenticidad de perfiles, páginas e información.

Un efecto colateral de esto es la mitigación de los virus que se expanden principalmente por estas plataformas, debido a su creciente acceso y tiempo de permanencia; sin embargo, la medida sobrevalora el verdadero alcance de las redes sociales en debates trascendentales como las elecciones presidenciales de un país, la política en general, los derechos, la justicia, la democracia.

El caso concreto, que tanta discusión ha generado, es claramente comparable con, por ejemplo, los resultados del plebiscito del pasado 2 de octubre en donde hasta un día antes de la votación el medidor de redes sociales arrojaba un ganador distinto y una asistencia a las urnas muy superior a la que realmente hubo.

Es cierto que las redes sociales tienen el potencial de hacer tanto daño como es posible imaginar, lo hemos visto con el ciberacoso, con redes de trata de personas, crímenes gestados desde mensajería instantánea, robos millonarios, etc., y también pueden mostrar su lado más amable potencializando movimientos benéficos, conectando personas para ayudar, ubicando desaparecidos y gestando reencuentros, entre otros. No obstante, sus mejores resultados están ahí, en lo emocional, en las conexiones humanas y finalizan siempre, de alguna manera, con una interacción en el mundo físico, eso no es casualidad.

​Reabrir un debate como este, tras unas elecciones, simplemente confirma que aunque el número de usuarios crece y las interacciones son más intensas, las redes no son un espejo de la realidad sino un aforo alterno de discusión donde, protegidos por la virtualidad y cierto anonimato, los usuarios expresan aquello que no dirían o harían en el mundo real. Solo el tiempo dirá si mitigar las noticias falsas tendrá un verdadero impacto o no, pero lo cierto es que con o sin ellas las redes seguirán siendo un espacio de entretenimiento y no un lugar de toma de decisiones.