Si hay una comunidad en desacuerdo con la deportación del exjefe paramilitar Salvatore Mancuso hacia Italia esa es la de Pichilín, en Morroa, subregión de los Montes de María, donde los sobrevivientes de la masacre ocurrida hace 23 años ya no reclaman reparación sino la verdad para sanar el alma.
Desde diciembre de 2019 cuando se cumplió un año más de esta incursión paramilitar que dejó 12 muertos y cientos de desplazados y desde cuando se hablaba de la liberación del exjefe paramilitar, esta comunidad se mostró en desacuerdo, al punto que Luis Salgado Tovar, presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC) así lo expresó para este medio indicando que 'como comunidad sufrida lo que estamos esperando es que haya justicia y una verdad, los motivos por los que se cometió esta masacre, queremos una verdad pública por parte de los autores materiales e intelectuales. Esto sanará nuestros corazones'.
Por su parte Yarlis Salgado Salgado, la tejedora del nuevo Pichilín, considera que la verdad es necesaria.
'A nadie le gustaría que le mataran un hijo, pero hay que tratar de sacar ese odio porque nos puede causar muchas enfermedades. He logrado perdonar un poco, pero sí me gustaría saber la verdad, qué pasó. Porque la verdad ayuda a sanar a muchas personas. Aunque las verdades quedan a medias, pero es bueno saber esa verdad'.
Pichilín fue el primer corregimiento del departamento de Sucre en ser víctima de una masacre. Ocurrió el 4 de diciembre de 1.996 cuando hombres de las Auc ingresaron a la zona en 12 Willys, vehículos que se utilizaban en la zona, por lo que al principio no despertaron sospecha alguna.