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Dignidad por Sincelejo era el proyecto que enmarcaba la construcción del Teatro Municipal, una obra que acabaría de una vez por toda con la cloaca de la ciudad, un desordenado mercado público en el corazón del Centro de la capital sucreña, epicentro de su desarrollo.

Pero lo que se inició como un proyecto de cambio para la ciudad, se ha convertido en un problema más.

Eran más de 800 personas las que trabajaban en el mercado –entre carniceros, vendedores de pescados, de refrescos y legumbres– quienes debían partir, pues el resto de la comunidad anhelaba la llegada del templo de la cultura.

El 17 de diciembre de 1997, el alcalde Alberto Gómez Revollo abrió las puertas de aquel 'monstruo' que era visto con recelo ante su imponencia.

La obra, de 3 mil millones de pesos invertidos por el Ministerio de Cultura y mil con recursos propios, fue terminada en 11 meses.

Fue dotado con el sonido más moderno de la época así como el aire acondicionado integral, todo esto con asesoría de expertos en el arte que habían recorrido el mundo haciendo presentaciones en teatros, entre ellos el artista José Luis Quessep. En su parte trasera fue construida la Biblioteca y hoy hay un espacio para la Fototeca.

Gómez Revollo recuerda que donde está el Teatro había unos graneros, y en honor a esa memoria, dejaron unos testigos arquitectónicos, unas columnas viejas, por sugerencia del ingeniero civil Carlos Támara Gómez, quien era asesor de la administración de ese entonces. El objetivo de dejar esos vestigios es no olvidar la historia, lo que allí existió. El escenario había sido la plazoleta de comidas; los baños fueron el pabellón de carnes, y la plazoleta, el sitio de las ventas ambulantes.

Fueron 25 días de servicio con un anillo de seguridad para que los negocios del mercado no fueran abastecidos en ese tiempo y así lograr el traslado hacia la nueva edificación de una forma más rápida.

'El Centro de Convenciones de Cartagena había sido el mercado y lo convirtieron en un lugar cultural. Eso era lo que yo quería para mi Sincelejo, y dejamos un acuerdo para que las personas que quisieran construir restaurantes y sitios bohemios lo hicieran, pues tendrían exoneración de impuestos, pero los alcaldes no tuvieron en cuenta ese mensaje, y así se empezó a invadir el sector. Todavía siguen vendiendo pescado y pollos en las afueras', explicó. Añade que han pasado 20 años y la cultura en Sincelejo no ha sido baluarte de ninguna administración.