La salsa tiene en Israel Tanenbaum a uno de sus arquitectos silenciosos. Nacido en Nueva York, criado entre Puerto Rico y escenarios internacionales, este pianista, productor discográfico, compositor, arreglista e ingeniero de sonido ha dejado huella en más de 100 grabaciones y ha producido medio centenar de álbumes que han marcado la historia de la música afrolatina.
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Su carrera comenzó con un teclado de juguete, cuando apenas tenía 9 años de edad. Entre boleros que aprendía de oído y exploraciones improvisadas en órganos de tiendas de música, Tanenbaum descubrió que su vida estaría atada a las teclas. Años más tarde, la disciplina militar lo llevó a presentarse como organista, pero el destino lo empujó hacia el piano, instrumento que se convertiría en su voz principal dentro de un género dominado por metales y percusiones.
En la década de los 80, Tanenbaum forjó su camino acompañando a agrupaciones y voces que hoy son leyenda. Tocó con Batacumbele y desde allí se abrió paso en el círculo de la salsa trabajando junto a Marvin Santiago, Pete Conde Rodríguez y Roberto Roena, a cuya orquesta Apollo Sound dirigió durante dos años. También tuvo cercanía con el mundo creativo de Eddie Palmieri, Papo Lucca y José Febles, a quienes estudió y transcribió meticulosamente para absorber sus secretos musicales.
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Atado a Colombia
Colombia, sin embargo, fue el país donde su talento floreció con mayor fuerza. Llegó en 1987 para una gira corta de 10 días y terminó quedándose una década, produciendo los discos más recordados de Guayacán Orquesta, entre ellos aquel segundo álbum que inmortalizó clásicos como Nostalgia Africana. “Yo vine por 10 días y me quedé 10 años”, recuerda entre risas.
Su paso también dejó aportes en producciones del Sello Niche y proyectos discográficos de sello propio como la Orquesta Femenina “H”, pionera en abrir espacios a las mujeres en un ambiente dominado por hombres.
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En 1992 reafirmó su nombre como productor al trabajar en el álbum Con Toda la Salsa del violinista cubano Alfredo De La Fe. Desde entonces, su rol en los estudios de grabación ha sido tan vital como el que cumple en el escenario.
Hoy, Tanenbaum lidera Latinbaum Records, su propio sello, con el que busca dar visibilidad a talentos ocultos de Latinoamérica. “Me enfoco en lo que llamo talentos escondidos, esas voces anónimas que no han tenido oportunidad de salir de su barrio, pero que tienen un arte inmenso”.
Con ese espíritu lanzó el álbum Semilla, que reúne artistas de Puerto Rico, Colombia, Uruguay y El Salvador, entre ellos el sonero uruguayo Edgardo Cambón y la salvadoreña Hazel B, en un repertorio que rescata boleros, baladas y candombe fusionados con salsa.
Explorando sonidos
Durante su visita a Barranquilla, Tanenbaum habló sobre esa misión de sembrar un nuevo sonido: “Yo vengo de una época en la que las orquestas tocaban de todo: guaracha, rumba, guajira, bolero y zarzuela. Hoy la música se ha vuelto una maquila, todo suena igual. Con estos proyectos queremos rescatar la diversidad, porque la gente está pidiendo diferencia”.
Israel Tanenbaum, el niño que un día sorprendió a un centro comercial tocando boleros en un órgano de exhibición, hoy se consolida como uno de los pilares creativos de la salsa. Su legado no solo está en los discos que produce y los escenarios que ha pisado, sino en las nuevas generaciones de artistas que impulsa. Su semilla es clara: una salsa diversa, viva y global.
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