Incluido por Isaac Newton como uno de los siete colores del arcoíris, el color índigo es un tono profundo entre el azul y el violeta que se encuentra en el espectro visible de la luz. Como una idea espiritual popularizada en los años 70-90, empezó a convertirse también en un nombre que definiría a “los niños índigo” como seres especiales, nacidos con una conciencia elevada, dones espirituales y/o una misión especial en el mundo.
Su sensibilidad emocional, creatividad e inteligencia fuera de lo común son algunas de sus características las cuales coinciden con las de Maximiliano Salamanca Pote, el niño que eternamente vivirá teniendo dos años y que, aunque tuvo una corta estancia en lo terrenal, llegó a este mundo para pintarlo de colores.
La noche del pasado viernes 6 de junio, la Puerta de Oro de Colombia brilló. Entre bailes y cientos de voces que coreaban canciones como “Tutu”, “Vida de Rico” y “Una vida pasada”, en la multitud coexistía una historia que trascendía las melodías. Una pancarta blanca con letras negras se alzaba entre el público junto a una imagen: “Camilo, saluda a nuestro hijo Maxi hasta el cielo”. Detrás de ese mensaje había una familia y el recuerdo imborrable de Maximiliano Salamanca Pote, un niño de tan sólo dos años que dijo adiós hace 11 meses.
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Mayra Pote, psicóloga de 26 años graduada de la Universidad Simón Bolívar, llegó al concierto acompañada de su esposo Daniel, sus cuñados y amigos cercanos. La idea de la pancarta surgió de último momento, me cuenta. Daniela, La novia de uno de sus compadres, propuso hacer el cartel minutos antes de la aparición de Camilo en el escenario. “Ya nos íbamos para el concierto y ella en la esquina nos dijo: ‘Vamos a comprar la cartulina, yo la hago’”, recuerda la madre de ‘Maxi’, como era llamado con cariño.
Maximiliano nació el 4 de mayo de 2022 y falleció el 22 de junio de 2024, apenas dos meses después de cumplir sus dos años. Siempre llevaba en sus manos dos carritos de juguete: uno de ellos un camión militar y otro, uno rojo de la película Cars. Ambos desgastados, fueron los objetos que acompañaron a Maxi hasta su último día.
Era un niño lleno de vida que siempre corría “como un loquito por la casa”, cuenta Mayra. Le encantaba bailar, cantar e ir al parque. Su programa favorito era Bluey, le encantaba el agua, la playa y compartía una conexión especial con Zeus, el golden retriever de la familia, con quien solía acostarse en el piso a jugar durante horas. “Él era un niño muy feliz, mucho, muy muy feliz”, describe su madre con una sonrisa que se asoma entre las lágrimas.

La historia de la feliz infancia de Maxi es también una llena de dolor. A pesar de siempre haber sido un niño muy sano, tal como lo cuenta su madre, el 8 de junio de 2024 empezó a presentar vómitos y dolor abdominal a causa de una gastroenteritis de la que se contagió. Lo que siguió fue un calvario de 15 días que lo llevó por tres clínicas diferentes antes de que finalmente le diagnosticaran una apendicitis perforada que, con el pasar de los días, terminó en una peritonitis.
“Me tocó llevarlo a tres clínicas para que se dieran cuenta de lo que tenía (...) creo que, a veces, a los médicos se les olvida que están tratando con unos niños que no hablan y que no pueden decir lo que sienten”, expresó Mayra.
El proceso fue devastador. Después de la cirugía, Maximiliano desarrolló una sepsis siendo un catéter el foco infeccioso. Durante días luchó con fuerzas aferrándose a su inmenso futuro en la UCI intubado hasta que el 22 de junio de 2024, a las 5 de la mañana, su pequeño corazón dejó de latir.
“Soy psicóloga y sé cómo son los duelos, cómo son los procesos, lo difícil o el tiempo que lleva cada uno. Todos los procesos son diferentes, realmente. En un duelo por una muerte —porque vivimos duelos en muchas cosas—, pero en el caso de una muerte, uno va aceptando”, manifiesta la madre de Maximiliano.
Mayra tuvo a Maximiliano mientras cursaba quinto semestre de su carrera universitaria y, sobre los sacrificios que tuvo que hacer, menciona: “Maxi no fue un niño planeado, pero fue un niño muy amado desde el primer momento”.
“Acababa de irme a vivir con mi esposo. Tenía muchos miedos. Pensaba que no podría terminar de estudiar o que sería muy difícil darle el futuro que yo quería para él porque tenía muchos planes para nosotros (...) Finalmente logré terminar mi carrera y él se convirtió en mi motivación más grande (...) De ninguno de los sacrificios que hice me arrepiento. Lo volvería a hacer una y mil veces más”, agregó.
Tras su partida, Mayra cuenta que tuvo muchísimas madrugadas insomnes y fue allí cuando conectó con la música de Camilo. “La Mitad” en colaboración con Christian Nodal, se convirtió en una de las composiciones que más la marcó y “Una Vida Pasada” la canción con la que, sin saberlo, grabaría el último video junto a su hijo.
“Camilo ha sido uno de los artistas que me ha acompañado durante estos 11 meses que he tenido el dolor de su ausencia. ‘Una Vida Pasada’ habla de que en algún momento nos tuvimos que haber encontrado para poder vivir la vida juntos. Yo sentía que a Maximiliano lo conocía de antes. Ese amor que le tuve fue de mucho antes. Con esa canción fue el último video que logré grabar con Maxi porque la semana siguiente, dos semanas después, se enfermó”, comentó.
Una noche para recordar
Tras muchos intentos por llamar la atención del artista, al finalizar el concierto, cantando la estrofa de Vida de Rico que dice ‘Todo lo que tengo es tuyo’, Camilo identificó la pancarta y no dudó en enviar un saludo diciendo “Maxi, hasta el cielo. Te amamos”. Ese momento, presenciado por miles de asistentes entre lágrimas y aplausos, fue la culminación de meses de intentos por parte de Mayra y su familia para contactar al cantante a través de diferentes canales.
“Yo creo que hoy, después del concierto que vivimos anoche, Maxi se sentiría muy orgulloso y sé que hubiera estado muy feliz de vivirlo a nuestro lado. Creo que él hubiese gritado y hubiese saltado así como yo lo hice”, dice Mayra.
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Hoy, casi un año después de la partida de Maximiliano, Mayra afirma que su propósito es mostrarle al mundo lo especial que era su hijo y, a las madres que atraviesan por duelos similares les dice: “Uno no olvida, ni supera, ni el dolor se vuelve menos, pero uno se acostumbra a vivir con eso. A veces me gusta pensar que en algún momento el corazón dejará de doler las 24 horas del día”.
¿Qué le diría si tuviera la oportunidad de verlo de nuevo?
“Quisiera decirle que me quedé aquí para honrar su vida, que su ausencia ha sido muy difícil para mí pero que he sido fuerte así como lo fue él durante los 15 días que permaneció en UCI. No me voy a cansar de llevar su nombre a cada esquina del mundo. Le diría que lo amo, que lo extraño mucho y que va a vivir en mi mente, en mi alma y en mi corazón para toda la vida”, expresa.
La primera palabra de Maximiliano fue “mamá” y quizás nunca haya una última luego de que esa noche, bajo las luces del concierto y con una pancarta alzada al cielo, Mayra prometiera seguir honrando la vida de su pequeño ángel asegurándose de que su nombre y su historia lleguen hasta donde él ahora descansa.