Alberto Linero pasó a la 1:30 de tarde de este domingo de 2 marzo por la puerta de la iglesia de San Felipe, como nunca jamás lo había hecho y como no esperaba hacerlo en los muchos años que se dedicó a servir a la religión: bailando disfrazado de marimonda.
Desde su retiro de la vida de sacerdote le abrió la puerta a experimentar muchas cosas y este año le llegó el turno de marchar por primera vez como bailarín del Carnaval.
Por eso se enfundó el pantalón y el chaleco de la comparsa de la Universidad de la Costa CUC, se calzó la careta y se aprendió los pasos de la comparsa de memoria, como si recitara un Padre Nuestro.
“Yo realmente creo que lo más importante es el amor y el cariño de la gente, tanto ejerciendo el prebisterado como estando acá participando, lo que siento es cariño, acogida, respeto y eso es maravilloso, porque eso me hace sentir un ser humano, que es lo que soy yo”, reflexionó a EL HERALDO, que lo sorprendió en el punto de concentración del desfile de la Gran Parada Carlos Franco.
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Es el primer desfile que realiza. Pero es su segunda salida en un Carnaval, el año pasado estuvo a bordo del tráiler del canal de televisión donde trabaja y ahí fue que se le sembró el deseo.
“Llevo dos experiencias, en la carroza del Canal Caracol, donde me dieron una inyección de entusiasmo y está experiencia en el Carnaval de la 44 con todo este cariño”, dijo.
Brincó, se zarandeó, hizo las morisquetas del personaje y demostró que la sangre carnavalera le corre por las venas.
“Yo soy Caribe, yo crecí en medio del Carnaval, es más por la fecha en que yo nací, a mí me debieron concebir en un tiempo Carnaval”, confesó como quien le cuenta a un padre.
Finalmente dijo que en su opinión lo más importante es que los sacerdotes estén cerca a la gente y que puedan tener una conexión para evangelizar.
“Yo creo que los presbíteros tienen que estar y ser de la gente. Ojalá muchos en ejercicio estuvieran disfrazados de bailarín”, cerró.
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En medio de los aplausos, sin prácticamente levantar la máscara de Marimonda, siguió el baile con su comparsa, enérgico como un carnavalero de toda la vida, como el cura que se alzó la sotana.