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“Oiga, ¿usted habla solo?”, le decía su suegro, Égdar Puerta (q. e. p. d.). Y con mucha razón, porque Rafael Navarro siempre está hablando. A veces, sin necesidad de abrir la boca. Con la mirada, con gestos en la cara, con un dedo índice que niega o ratifica una teoría mientras va al volante de una transitada carretera de Georgia (Estados Unidos), Rafael no se calla.

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Sucreño de nacimiento e hijo ilustre de Ovejas, municipio referente de la gaita y de la bonanza tabacalera en los Montes de María, orgulloso hijo de padres de arraigo campesino, acaba de ganar en los Premios Emmy, Capítulo Sur, por su destacada trayectoria periodística en Estados Unidos, a donde emigró hace más de dos décadas.

Nunca ha trabajado para esperar premio alguno. Lo hace por vocación, para dar luces sobre un tema que afecte a la comunidad latina, para educar o para ayudar a solucionar algún problema general. Pero no para que le den reconocimientos. Y menos mal que no, pues el estudio de su casa en Georgia se está quedando sin espacio para ubicar tanta medalla, placa, diploma o cualquier otra distinción profesional que le entregan sin pedir.

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Ganar un Emmy es como obtener un Grammy en la música, o un Óscar en el cine. Y aunque la magnitud es tal, señala que en su vida nada ha cambiado después de haberlo recibido.

“Pero, de alguna manera, es una alegría y una satisfacción que uno siente”, expresa con sencillez. Nunca antes había participado en los Emmy, pero en el 2024 su jefe lo incentivó, y él se dejó convencer.

Inscribió dos trabajos que compitieron con productos de Univisión y de Mundo Now, esta última una cadena digital de gran impacto en el sureste de los Estados Unidos, que suele dedicarse a hacer trabajos periodísticos para concursos. Uno de los reportajes de Rafa fue el ganador. Un jurado de periodistas de otros estados le vio el mérito, y con ello lo llevaron a él y al Caribe colombiano a la cima del periodismo en TV.

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Amante del vallenato y del café caliente por las mañanas, que a veces se sirve en un pocillo tricolor, retrató en su informe una realidad mundial que no escapa a la sociedad estadounidense: la violencia de género, especialmente la que padece la comunidad latina en Georgia. El tema le ha llamado mucho la atención y por eso decidió profundizar en él.

Como buen reportero de calle, dio con una historia que puso rostro a esa realidad: la de Dalia, una mujer de origen hondureño que llegó a Estados Unidos con su novio. Él la quiso asfixiar. Pensando que estaba muerta, se fue. Dalia sobrevivió, pero quedó en estado vegetal.

Georgia es uno de los estados donde hay más violencia doméstica en Estados Unidos (alrededor de 200 asesinadas en 2022). El 80 % de las mujeres asesinadas en este círculo de violencia son víctimas de ataques con armas de fuego, otras son estranguladas y otras, atacadas con arma blanca, según ha documentado Rafa. A él le indigna que el tema pase desapercibido. Y se le nota en la cara. Se pone serio, se ve preocupado.

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“Es una cifra muy alta, y, simple y llanamente, no se encienden las alarmas. Como inmigrantes tenemos muchas oportunidades, muchas formas de ayuda. Realmente las hay, pero la gente no las busca, y no las busca porque, generalmente, la violencia doméstica en nuestros países latinoamericanos se normaliza tanto que cuando las mujeres vienen aquí, incluso con un hombre maltratador, esperan que ellos cambien”, alerta.

Reportero y educador

A partir de esas experiencias en las que falta orientación, Rafa ha desarrollado, por gusto y con voluntad, la impronta de periodista-educador que empezó a forjar hace cerca de 30 años durante una visita a Ecuador para el curso intensivo El gran reportaje, al Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (Ciespal).

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Allí, por primera vez, trabajó el concepto de periodismo comunitario. Lo cautivó tanto que cuando llegó a Estados Unidos descubrió que ese era su norte en la profesión: formar a una comunidad, la latina, que estaba en formación; diversa, heterogénea, proveniente de México, Centro y Suramérica. En particular, la de Centroamérica, carente, muchas veces, de oportunidades educativas en su tierra en comparación con las del cono sur.

“¿Cómo enfrentas tú esa situación, cómo la confrontas, cómo la trabajas?”, se preguntaba al llegar a Estados Unidos. Él empezó por propuestas gráficas acompañadas de poco texto en el Gainesville Latino News, lo que hacía más comprensible la información.

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Y debía encontrar esa alternativa, porque en Estados Unidos la ley se cumple, el sistema funciona, y su comunidad debía saberlo si es que quería hacer parte de él y no tener problemas con las autoridades. Su clave como periodista-educador siempre ha sido básica: plantear un problema y, enseguida, una posible solución.

“Me fascina lo que hago porque, en el fondo, cuando alguien va donde ti y te dice que leyó tu artículo, lo que escribiste, el tema, que le interesó, le gustó. Para él no hay tema menor, a todos les da la importancia y en todos es común que lo esperen con gratitud, no solo como periodista, también como invitado.

Su trayectoria

La trayectoria profesional de Rafael Navarro en Colombia, después de graduarse en la Universidad Autónoma del Caribe en Comunicación Social-Periodismo, duró 10 años. Se movió en muchos campos de avanzada para la época: relaciones públicas, publicidad, comunicación política, y, por supuesto, en el periodismo.

ArchivoRafael disfruta su trabajo y se siente agradecido con la comunidad latina, en la que goza de aprecio.

A Estados Unidos llegó por amor, el de Clara Puerta, su esposa, sincelejana y madre de su hija, Saraí. Clara y Rafa sopesaron: si ella estaba en Estados Unidos, ¿qué era mejor?, ¿que ella regresara a Colombia o que él se fuera para allá? Él se inclinó por las posibilidades de realización de ella, y se mudó el 22 de diciembre del 2000.

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“Tuve la dicha, al muy poco tiempo, de trabajar con el primer medio de comunicación en español: La Voz del Pueblo, y comencé a darme a conocer. Es como un paralelo cuando llegué como profesional a Sincelejo, que empezaron a llegar los primeros profesionales; aquí en Estados Unidos, cuando yo llegué, los dueños de los medios de comunicación en Estados Unidos eran personas que tenían, simple y llanamente,un negocio”, rememora.

Conoció semanarios, quincenarios y hasta cadapuedarios, los que salían cada vez que podían.

Aunque sabe lo que hace y lo que le gusta, Rafael no se reconoce un estilo en particular en el periodismo, solo aclara que le gusta complementar y no quedarse con lo primero que llega en materia informativa. “Trato, en lo posible, de buscar la contraparte y más allá de eso”.

Entre sus fortalezas adquiridas están manejar los modismos de la comunidad latina, ser prudente con los términos para que no resulten ofensivos para determinada población y apostarle siempre a la responsabilidad y al respeto. “Por muy humilde que sea la gente, todos merecen respeto”, añade, y en eso siente que ha marcado la diferencia.

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Rafa también se mueve en la verdad, en lo que es real, en el hecho, aunque para la gente sea como lo quiere ver, por cultura o por capricho. “Finalmente, lo que yo quiero es que la gente se informe y se eduque. Como aquí los periódicos son semanarios, no diarios, nunca he trabajado con el afán”, recalca, y es común verle trasnochar en su estudio, donde entrevista, presenta, graba, escribe, edita. Es polifacético.

La experiencia da la autoridad de sugerir caminos, aunque lo de él no sea meterse en las decisiones y en la visión de los demás. Pero se atreve a dar un consejo a las futuras generaciones: no hacer nada a la ligera.

“El que corre mucho se cansa. Hay que tomarse el tiempo de analizar”, enfatiza. “Con que seas honesto con tus lectores, con tus fuentes, y que manejes con delicadeza las víctimas, si es que las hay, eso es fundamental”, sugiere.

Por estos días se retiró de Univisión, tras casi cuatro décadas como conductor principal del noticiero, el mexicano Jorge Ramos, muy parecido a Rafa en su tino para hablar con respeto, pero sin miedo y de manera directa. Por algo es su referente.

“Cuando uno se involucra en una comunidad, como la inmigrante, uno no deja de ser periodista, pero la voz de uno no debería nunca callarse, porque si la gente te dio el privilegio de escucharte, de verte como referente, tienes que responderle a esa gente, y, de alguna manera es lo que Jorge hizo: darles voz a los millones de inmigrantes en Estados Unidos. Eso no le gusta a mucha gente”, reconoce.

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Mientras unos se retiran, Rafael vuelve a marcar la pauta en Estados Unidos, y sigue recibiendo los premios que jamás ha buscado; en diciembre pasado, Zona VIP Magazine, que trata temas de celebridades en Atlanta y en Georgia y que dirige su colega mexicana Anahí Arellanes, le otorgó el premio a la trayectoria periodística con una consideración especial:

“Si alguien busca una noticia, piensa en Rafa. Es de los que uno puede llamar colega con letras mayúsculas, de los que enaltecen el gremio”.

Rafa es un nombre respetado en Atlanta y en Georgia

Por 3 años consecutivos, Rafael fue elegido por la Cámara de Comercio Hispana de Georgia como uno de los 50 latinos más influyentes de ese estado. Hoy está en el salón de la fama. Mónica Pirela, venezolana, jefe de Rafa, señala que él representa periodismo de calidad, historia, maestría, esfuerzo por la verdad.

“Tiene muchos valores como hombre y como padre, es serio, entregado, da lo mejor de sí. No escribe por escribir, cada palabra y letra tienen un significado”.

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Anahí Arellanes, mexicana, colega y amiga de él, lo define como un periodista comprometido y dedicado. “Es de esos que no tienen vida privada, siempre está detrás de la noticia. Es muy respetado, de mucha credibilidad en Atlanta. Si alguien busca una noticia, piensa en Rafa. Enaltece el gremio”.