Un día como hoy, hace exactamente un siglo, fue lanzada al mercado la novela La Vorágine, obra cumbre de José Eustasio Rivera. Se trata de un texto que con el pasar de los años adquirió todo el tinte de clásico de la literatura colombiana y latinoamericana.
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Este fenómeno literario estuvo precedido de una campaña de expectativa que la anunciaba como una obra de denuncia.
“Trata de la vida de Casanare, de las atrocidades peruanas en La Chorrera y en El Encanto, y de la esclavitud cauchera en las selvas de Colombia, Venezuela y Brasil”, rezaba la publicidad de la editorial Cromos.
Rivera, oriundo de Neiva, plasmó en La Vorágine una intensa combinación de poesía, denuncia social y prosa narrativa. La historia sigue a Arturo Cova, un poeta bohemio y rebelde, y su amada Alicia, mientras huyen por la enorme y peligrosa selva colombiana. Sin embargo, lo que comienza como una odisea personal, pronto se convierte en una reflexión universal sobre la explotación laboral en las caucherías, la brutalidad de la naturaleza y la desesperación humana.
El docente de la Universidad Popular del Cesar (UPC), Adalberto Bolaño Sandoval, investigador sobre la Literatura y la Poesía del Caribe colombiano, en diálogo con EL HERALDO se refirió a los aspectos más relevantes que convierten a esta obra en un verdadero clásico.
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“Primero, muestra un realismo cruento, donde la selva aparece como un lugar horrible y, de esa manera, rompe la mirada romántica o romanticista de que hay una naturaleza armónica. Quiere decir eso que para Arturo Cova y para los personajes, la lógica de la selva los traspasa porque hay una relación muy fuerte de ruptura del discurso narrativo. Esa es una forma de mostrar también que la naturaleza no se deja dominar, con eso se muestra otro aporte de Rivera, que es mostrar un pensamiento ecocrítico, es decir, exponer que la selva está siendo invadida y necesita ser defendida”.
Un grito desde la selva
El doctor en Ciencias Humanas y profesor de la Universidad Autónoma del Caribe, Alejandro Espinosa, dijo a esta casa editorial que este texto nos recuerda cómo la selva se convierte en un elemento devorador. “Devora las angustias, las esperanzas de las personas que deseaban salir adelante, pero que fueron pisoteados por el jefe o los grupos mafiosos que estaban en ese momento ahí traficando con el caucho que extraían de los árboles. Allí en la selva manipulaban a las mujeres, a los niños, incluso diría que este texto, me ayuda a comparar lo que está pasando en el Darién con los inmigrantes”.
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En este aspecto Espinosa se detiene y pasa su lupa por esta región. “En los documentales que se están haciendo sobre los inmigrantes, se ve cómo salen de diferentes países y llegan a Necoclí y luego pasan a Panamá, Costa Rica, Honduras y van subiendo hasta México, son devorados por la selva, muchos mueren en la selva, lo mismo pasó en La Vorágine, muchos intentaron salir adelante porque pensaron que en la selva ellos podían resolver los problemas económicos y pasó todo lo contrario, la selva los devoró”.
Espinosa Remata asegurando que esta novela sirve para entender la política, la economía, la religión y respetar las lenguas autóctonas de una región determinada.
“Un texto muy actual”
A su turno el doctor en Historia y decano de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional, Carlos Guillermo Páramo Bonilla, quien lideró la reedición de la primera edición de La Vorágine, se refiere a algunos alcances del centenario.
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“Es una novela que viene a impactar en la actualidad, en todos sus aspectos. Es un texto muy actual que muestra para ciertos fines una larga duración de procesos que han determinado la vida de este país, que comienzan evidentemente por el inacabable fenómeno de las economías extractivas y las propias dinámicas sociales, la justicia regional por mano propia, los códigos de honor y el sucumbir a la lógica de la violencia, que viene a su vez en el terror”.
Parámo ahonda en los problemas de relacionamiento con las poblaciones nativas, la relación misma con la naturaleza y las consecuencias de los daños a la naturaleza. “Ha pasado un siglo y si bien los momentos que conllevaron al autor a escribir esta obra eran otros, hoy de manera increíble parecen estar bien relacionados y tener la misma vigencia”.
La profesora Carolina Jiménez Martín, vicerrectora de la UNAL Sede Bogotá, reflexionó sobre la vigencia de la novela: “La Vorágine interpela la construcción misma de la nación colombiana, porque expresa en sus páginas las dinámicas territoriales, sociales y culturales que nos permiten entender las raíces de la violencia”.
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La Vorágine no es solo un relato de supervivencia, amor y tragedia; es una inmersión en los paisajes físicos y emocionales de Colombia. A 100 años de su publicación, la novela invita a los lectores a enfrentarse a las preguntas esenciales sobre la condición humana y la relación entre el hombre y su entorno.