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El juglar Enrique Díaz Tovar, quien murió en Montería el jueves 18 de septiembre de 2014, hace 10 años, fue conocido como ‘El Tigre de María La Baja’, distinguiéndose por su estilo auténtico, alegre, claridoso y por su nota gruesa en el acordeón. Era el palomo negro que no se enredaba en ninguna rama.

A su haber tuvo una considerable cantidad de ocurrencias donde salió a relucir su lenguaje original para referir hechos que lo hicieron ganarse el cariño de todos. Cuando menos se esperaba soltaba un apunte que hacía que nadie quedara sin reírse. Claro, que algunos señalan que a esas ocurrencias le añadían algo para abonar el terreno de la jocosidad. A continuación se relacionan cinco:

Desde muy joven Enrique entendió que su destino era ser acordeonero, cantante y compositor.

1. El maestro Enrique iba caminando. De repente se metió la mano al bolsillo y sin darse cuenta se le cayó un billete de mil pesos. Un niño al ver eso lo tomó y corrió a llevárselo. Al notar la deferencia del menor le dio las gracias, pero le indicó: “Si hubiera sido de cinco mil, no me lo traes corriendo”.

2. En cierta ocasión lo contrataron para una parranda en un pueblo cercano, llevándolo en una lujosa camioneta cuatro puertas con vidrios polarizados y aire acondicionado. Salieron a eso de las cuatro de la tarde, y cuando llevaban más de una hora de recorrido, Enrique le dijo al conductor. “Compa, dele rápido a este aparato que hace frío y está que se ‘esgargara’ un aguacero”.

3. Como solía dar pocas entrevistas, una vez un periodista le preguntó el sitio exacto de su lugar de nacimiento porque se le atribuían varias patrias chicas. Él, se lo quedó mirando y un poco molesto, le manifestó. “Vea, pa’ no dar más vueltas, yo nací lejos, por allá en un lugar donde no llegan ni los Testigos de Jehová”.

4. Entre sus ocurrencias innatas sucedió unos días antes de despedirse de la vida, cuando su hijo Jaime le llevó a la clínica una imagen del Divino Niño, para que le pidiera por su salud. Enrique se quedó pensativo, mientras el hijo le insistía. Entonces, después de algunos minutos no se aguantó más, siendo elocuente y claro: “Vea hijo, yo no hago negocio con pelaos, y menos si son relacionados con la salud”.

5. El 24 de julio de 2008 fue invitado al programa A las 11, que dirigía Ernesto McCausland (QEPD). En esa ocasión se mostró tal como era, aplaudió el vallenato romántico, aunque a su parecer, el vallenato grueso era el más valioso. McCausland le pidió que interpretara un pedazo de La caja negra, y Díaz le respondió que él no ensayaba solo para no tocar de gratis. “El hombre que trabaja y bebe, dejénlo que beba, pero si el hombre está bebiendo y no trabaja, póngalo preso, mátenlo que está haciendo cosas malas, robando”, dijo el juglar entre risas.

Las vueltas de la muerte

En esas disertaciones de Enrique Díaz, quien tuvo un estilo único para tocar y cantar, anotó de manera jocosa. “Si uno pudiera negociar con la muerte, ella no tendría donde guardar la plata, porque todos pagaríamos pa’ no morirnos”. El maestro Enrique Díaz ni lo intentó, porque estaba destinado para algún día estrenar la famosa ‘Caja negra’. Lo hizo cuando contaba con 69 años.

Enrique Díaz, el hijo de Pablo Díaz y Martina Tovar, quien había nacido el martes 3 de abril de 1945 en Palo Alto Hicotea, corregimiento de María La Baja, Bolívar, supo darle la nota precisa y el golpe de voz a la canción ‘La caja negra’ de la autoría del compositor Rafael Valencia de Ávila, quien siempre le agradeció hacerla popular.

Es así como nunca se olvidan aquellos versos muy reales que nunca pasan de moda. “El hombre que trabaja y bebe déjenlo gozá la vida, porque eso es lo que se lleva, si tarde o temprano muere. Después de la caja negra, compadre, creo que más nada se lleve”.

También fueron distintos compositores a los que les grabó canciones desde el punto de vista del adiós definitivo. Es así como a Rafael Cueto, le interpretó el paseo ‘La circular’, donde relató. “De la suerte y de la muerte, por grande que sea el mundo, nadie puede esconderse”.