El papa Francisco emprende este lunes su viaje más largo: del 2 al 13 de septiembre, 32.814 kilómetros, 44 horas de vuelo y cuatro países: Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur. Una prueba de fuerza a sus casi 88 años y con sus problemas de movilidad que le obligan a usar la silla de ruedas.
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Aunque Francisco (que el 17 de diciembre cumplirá 88 años) había confesado que cada vez viajaría menos, sin embargo realizará el periplo internacional más duro de su pontificado -no el más largo de la historia de los papas, récord que ostenta el viaje de 13 días de Juan Pablo II en 1986 a Bangladesh , Singapur, Fiyi, Nueva Zelanda y Australia con 48.974 km recorridos-.
Un viaje que había sido preparado para 2020 pero que la pandemia postergó y que nadie se esperaba retomase, después de un invierno en el que ha sufrido una importante bronquitis y el viaje anulado por la gripe a Dubái para participar en la cumbre del clima.
El portavoz vaticano, Matteo Bruni, aseguró a los medios sobre la salud del pontífice argentino que 'no hay precauciones adicionales' “porque 'se consideran suficientes las que ya existen para cada viaje apostólico”, que consisten en la presencia de un médico, un sanitario además de su enfermero de confianza, Massimiliano Strappetti, y su nuevo ayudante personal, Daniele Cherubini, que trabajó también en ambulatorio vaticano.
Incluso el prefecto del dicasterio para la Evangelización, el cardenal filipino Antonio Tagle, que forma parte de la delegación vaticana en este viaje, explicó en declaraciones a los medios vaticanos: 'Digo la verdad: soy más joven que el papa y sé que estos largos viajes son muy duros. Para él, aceptar este esfuerzo, es un acto de humildad. No es un espectáculo para demostrar de lo que todavía eres capaz, sino un acto de humildad y obediencia a la misión'.