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Los cuernos del toro se le entierran en las costillas. El hombre sale disparado, choca violentamente contra el piso. La sangre empapa el cuerpo, escurre por la cabeza del animal. Al fondo suena un porro. Cualquiera pensaría que es una escena dantesca si no fuera por las risas de la gente que delatan al maniquí volando, la pintura roja y el disfraz con los dos hombres en su interior.