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Aunque son muchas las historias que se han contado alrededor de la icónica ‘Aguja de oro Colombia', la multiplicidad de sus facetas siempre permite descubrir los atisbos a los cuales obedece su grandeza.

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En el universo del diseño, Amalín de Hazbún permanece como uno de los hitos más trascendentes de la moda colombiana, espacio en el cual su nombre no solo ha sido reconocido por su preeminente trabajo, sino por la gracia y la elegancia que mantiene aún con el paso de los años.

Vista desde la distancia, la diseñadora sucreña que llegó a Barranquilla hace ya un par de décadas, se describe a sí misma como el reflejo de la mujer Caribe, llena de talento y templanza, pero sobre todo, audacia al momento de tratarse de sus sueños.

Por encima del sin número de logros que esta ha obtenido, sólo es capaz de destacar que el real galardón para ella es el cariño de la gente.

En una conversación muy íntima, Amalín manifestó no solo el agradecimiento que ha sumado con el paso del tiempo, sino que también exaltó la alegría de ser y sentirse vigente.

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'Siempre se habla de que la moda es efímera y ciertamente lo es, sin embargo, en este oficio uno logra disfrutar tanto lo que hace y ponerle tanto empeño, que las piezas que yo creo no son pasajeras, son permanentes porque las hago con todo el amor y la gente ha sabido identificarlas, en la calle saben cuáles son mis vestidos, y eso me llena de alegría'.

Sobre el gran número de cosas que se le podrían preguntar a este referente del estilismo, ella llega a responder con mucha sabiduría, naturalizando el enigma de muchos, ¿qué es realmente la elegancia?

'La gente cree que la idea de la elegancia es un concepto complejo, que está atado al usar prendas costosas o sobrecargarse de cosas al momento de vestir, pero realmente no es nada de eso. Ser elegante es ser amable, atento y gentil, con eso, cualquier cosa con la que uno se vista, si lo sabe llevar y si se siente cómodo será espectacular'.

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