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George Clooney llega a los 60 años convertido en un responsable padre que trata de inculcar a sus hijos su compromiso con las causas sociales, pero se olvida de su faceta de superestrella y prepara para 2022 su regreso a la comedia romántica, junto a Julia Roberts.

En los últimos años, Clooney ha estado más centrado en su matrimonio con Amal Alamuddin, su paternidad —tienen unos mellizos de tres años— y la fundación benéfica que preside, que en el cine. Desde 2017 solo había estrenado la miniserie Catch-22, que dirigió, produjo y en la que participó como actor.

Lo que no quiere decir que estuviera ausente de los medios. Porque todo lo que el actor de Kentucky (Lexington, 1961) hace, en el ámbito que sea, se convierte en noticia.

Como cuando en 2017 acogió a un refugiado yazidí, cuando donó medio millón de dólares al movimiento ‘March For Our Lives’, una marcha celebrada en 2018 contra las armas, o cuando asistió ese mismo año a la boda del príncipe Enríque y Meghan Markle.

Una mezcla de actos, solidarios y glamurosos, que definen a la perfección la vida pública de Clooney, que siempre ha navegado con precisión entre ser un sex symbol y un hombre comprometido con la sociedad.

Considerado por muchos el último galán clásico de Hollywood, Clooney ha sabido jugar con su atractivo y utilizarlo para hacerse portavoz de las causas más variadas: la violencia en Sudán del Sur, los niños migrantes, la lucha contra el racismo, la crisis de los refugiados o la libertad de prensa.

Ha donado importantes cantidades de dinero a cada una de las causas que defiende y también se erigió en una de las voces públicas más críticas contra Donald Trump, cuya presidencia provocó, en su opinión, 'el momento de mayor crispación' en su país.

Pero el cine y la televisión han vuelto a ser la ocupación principal de un actor que se dio a conocer mundialmente, pasados los 30, gracias al personaje de Doug Ross, el pediatra más seductor de la serie E.R.