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La fuerza que liberó de sus entrañas fue su único aliento. Solo la partera, que era su vecina, la acompañaba en la pequeña habitación. No había familia ni esposo, solo estaba su fe y la mujer que le pedía respirar, luchar.

Cuando Anais Ríos tomó a su primogénita en sus brazos el dolor del parto pasó a otro plano. 'Son dolorosos pero uno sale rápido de eso'.

Para aquel entonces, por las polvorientas calles de su barrio natal, Carrizal, en el suroccidente de Barranquilla, se escuchaba a viva voz a las parteras ofreciendo sus servicios. Su trabajo era clave, ya que por las carencias económicas de las mujeres carrizaleñas acudir a un hospital era un 'lujo' impensado.

Ríos recuerda que las parteras tenían sus propios instrumentos médicos. También acostumbraban a esterilizar antes y después el recinto donde se realizaba el procedimiento, como sucedió en su caso.

La mujer de 67 años, luego de su primera experiencia alumbrando en casa, optó por repetirla para su segundo parto. Por fortuna, dice, todo fluyó de manera normal.

En su tercer alumbramiento, también en su casa, tuvo complicaciones porque no dilató lo suficiente y los dolores fueron demasiado fuertes.

'Tuvieron que examinarme porque la bolsa donde estaba la bebé (saco amniótico) no quería reventarse entonces se estaba ahogando. Fue un parto seco porque no rompí fuente por mí misma', contó Ríos.

Para registrar a sus hijas no hubo ningún problema. A pocas semanas de haber dado a luz, Anais llevaba a las recién nacidas para completar el proceso notarial. 'Yo sé que ahora eso es muy complicado, todo es distinto y hay muchas trabas para agilizar', manifestó la mujer.

Práctica ancestral

Con la vida en sus manos, literalmente, atendió docenas de nacimientos en su pueblo. Oriunda del municipio de Palmar de Varela, departamento del Atlántico, Omaris Bocanegra fue la partera de decenas de mujeres. Su vocación fue heredada de su madre, una reconocida líder en su comunidad palmarina. En ella las futuras madres depositaban toda su confianza.

'Cuando mi mamá murió yo tenía 47 años, un año después yo comencé a atender partos. Generalmente eran mujeres que antes habían pasado por las manos de mi mamá y no les gustaba asistir a los hospitales'.

Los nervios antes de cada parto eran normales para Omaris, pero con los años estos temores se fueron acrecentando. La preeclampsia era uno de ellos.

'Hace 14 años dejé la partería porque eso es una responsabilidad muy grande. Ahora las mujeres no se cuidan bien su embarazo y al momento de dar a luz, si sale algo mal, el problema es para uno'.

Ademas, agregó, también tuvo complicaciones de salud y ya no podía hacer movimientos bruscos.

No obstante, la mujer de 69 años aún se dedica a hacer acompañamiento a las mujeres en gestación que acuden a ella. Las examina, les toca suavemente su vientre, y en ocasiones el feto está incrustado en una solo parte de la barriga, entonces realiza masajes, 'hasta que los acomodo bien', contó.

Bocanegra es la viva representación de la partería tradicional, práctica ancestral en la que no se necesitaban ecografías para analizar el estado del bebé y 'al ojo' se podía ver, por ejemplo, si la mujer esperaba un niño o una niña.

La cama de su cuarto era la primera cuna por la que pasaban las criaturas que recibía. Adecuaba su habitación de tal manera que la mujer gestante estuviera cómoda y ella también. Entre sábanas, plástico y una 'ponchera' en la que se descargaba la sangre, otros fluidos y la placenta del recién nacido, Omaris se sentaba de frente a la mujer para recibir la vida.

Aseguró que siempre usó sus propios implementos médicos con la higiene necesaria y nunca estudió nada relacionado con las ciencias médicas.