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Desde el día en que inició el confinamiento en Colombia (25 de marzo de 2020), la diseñadora de alta costura Judy Hazbún cerró su empresa. Mientras tanto, Rafael Ballestas y Joseph Porras, también creadores de moda, se mantuvieron expectantes.

Los tres coincidieron en que los talleres de ropa que para esta época se encontraban repletos de gente comprando y alquilando sus prendas de Carnaval, se estrellarían con la cruda realidad: la ausencia de clientes presenciales. Este sería el resultado que les traería la pandemia.

Judy, Rafael y Joseph son sólo un tridente de los miles de colombianos que se vieron afectados por los estragos de la covid-19. Si bien gozan de buena salud, el coronavirus les dejó numerables pérdidas y un bajón en su producción que trajo consigo una crisis económica durante los meses de cuarentena, de los que apenas se están reponiendo.

Un día debieron replantear sus negocios y hallar alternativas que les permitieran mantener a flote lo que durante años han venido construyendo. Todos recurrieron a lo mismo: hacer de la creatividad su herramienta principal para seguir creando prendas de vestir y vivir de ello.