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De aquel cantante y bailarín de champeta hoy no queda rastro. Sus pasos ahora solo transitan por los senderos de Dios. Javier Siris Barraza, conocido en el mundo artístico como Javier y sus Nenas, se alejó de sus cuatro bailarinas, cortó su cabellera tipo rasta y le dijo adiós a las tarimas; una decisión que le costó tiempo tomar, pero que se fue fortaleciendo en medio de sus presentaciones en las que siempre encontró señales que, según manifestó, fueron claves para ser hoy un pastor misionero.

Desde el barrio Manuela Beltrán, en Soledad, y en el corregimiento Candelaria (Magdalena), conocido también como Caimán, se dedica a trabajar por los jóvenes.

Este champetero, cuya etapa exitosa la vivió entre 2000 y 2005, desde hace 15 años solo empuña el micrófono para llevar la palabra de Dios a un templo o desde la cabina de la emisora web ‘Soledeña Stereo’, en la que tiene un espacio motivacional y reflexivo.

Con éxitos como Todavía la quiero, Perdí tu amor y Dame un besito se popularizó a nivel nacional y se convirtió en uno de los primeros barranquilleros en incursionar en un género que en ese entonces era exclusivo de los cartageneros. 'Muchos quizás me tengan referenciado como cartagenero por mis trenzas y porque rodé mis videos en el Castillo de San Felipe, pero soy más barranquillero que el Paseo Bolívar', dice este moreno que nació en el barrio Las Nieves.

Sentado en el patio de su residencia ubicada en el barrio Manuela Beltrán, con biblia en mano comienza a evocar su época dorada en la que se destacó por fusionar la champeta con la samba y también por la coreografía que hacía junto a sus nenas: Danicka Esquivia, Ingrid Benedetti, Claudia Rodríguez y Diana Jiménez.

Impactaron tanto que la disquera Sony los incluyó en el icónico álbum Champeta para el mundo, con el que se comenzó a expandir este género costeño por países como España, donde recibió una respuesta positiva.

Valiéndose de la popularidad que ganó esta agrupación, la academia de modelaje Passarela creó la comparsa ‘Todavía la quiero’, en la que participaron niñas y jóvenes que bailaban sus éxitos, algo de samba y música caribeña. Eran fáciles de reconocer por sus pelucas afro y toda la algarabía que desataban en los desfiles carnavaleros.

Para Leopoldo Calderón, docente del Departamento de Música de la Universidad del Norte, Javier y sus Nenas logró que la champeta fuera más comercial. 'A inicios del siglo XXI este género aún no era socialmente aceptado y bien visto, entendido todavía como un fenómeno marginal y de estratos socioeconómicos bajos. La puesta en escena de la agrupación, un cantante líder acompañado de cuatro agraciadas bailarinas, permitió visibilizar y poner de moda la manera de bailar característica de este género entre un público de adolescentes y adultos jóvenes, logrando de a poco que tuviera mayor participación y presencia en la programación musical de fiestas y reuniones sociales', subrayó el catedrático.