Daniel Alejandro Fernández tiene 10 años y el xilófono que toca es casi dos veces él mismo. Vive en el barrio Cachimbero, un sector deprimido de Soledad. Su minúscula figura delgada acompaña a sus 59 compañeros, entre niños y jóvenes, que conforman la Orquesta de Vientos de Children International Colombia.
Nada lo desconcentra. Lee las partituras que están frente a él y a veces gira su mirada hacia el profesor de música Juan Carlos Natera Llanos que guía a todo el grupo con sus manos, como en las orquestas sinfónicas.
El salón donde se encuentran es amplio y confortable. Las paredes son azules, las baldosas rojas y en un tablero de cristal están escritas con marcador tres líneas de notas musicales.
Interpretan la banda sonora que en el cine identifica a la 20th Century Fox. Después pasan a una introducción propia que incluye palmas, voces y cortos solos de percusión. En el mismo mosaico de notas incluyen otras canciones como Carnavaleando, El torito, Joselito Carnaval, una cumbia, La Guacherna, La tumba catre, El bololó y cierran con Colombia tierra querida. El final es limpio, diáfano, totalmente coordinado con lo que indica el maestro.
A Daniel la música lo hace feliz. Su respuesta es corta y sincera. La canción que más le gusta tocar es El bololó, de Bazurto All Start. Con su voz un poco ronca y a la vez aguda dice que le gustaría que la orquesta también tocara Avengers. Al segundo él mismo le pone freno a su ímpetu: 'ese tema es a mucho nivel'.
'La música puede cambiar el mundo, porque puede cambiar a las personas', dice una frase escrita en una de las paredes del salón que hace parte del Centro comunitario número cinco de Children International, en el barrio Arboleda, en Soledad. Dentro del inmueble, amplio y bien cuidado, los chicos beneficiados por esta ONG también pueden encontrar servicio médico, odontológico, medicamentos, educación y acceso a una biblioteca.
Children International tiene más de 30 años en Colombia. Cuentan con 10 centros comunitarios, cinco en Barranquilla, cuatro en Cartagena y uno en Santa Marta.
En el salón de música sigue la clase. 'Sol sol sol sol sol sol…la la la la la la', exclama el profesor y los alumnos repiten a la perfección. Después vienen unas palmas y más ejercicios con la escala musical contando del uno al ocho.
'Nuestra metodología es muy lúdica, no solamente es juego, también va implícito un objetivo musical: disciplina'. El profesor Natera mide más o menos 1 metro con 65 centímetros, pero cuando dirige a su orquesta su estatura aumenta con el paso de las canciones. Ríe, se agita, suda, corrige, aplaude, mueve sus brazos de arriba para abajo.