Compartir:

La obesidad se convertido en un problema de salud pública que ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel mundial. Un grupo de investigadores precisó los riesgos de esta enfermedad, su repercusión psicológica sobre quienes la padecen y dio recomendaciones que incluyen el uso de tecnología y actividad física.

Esta investigación fue publicada por la Universidad Simón Bolívar, en el libro Aspectos Básicos en Obesidad. El trabajo fue liderado por el médico PhD Valmore Bermúdez Pirela y la fisioterapeuta Yaneth Herazo Beltrán, con la participación de la nutricionista Carmen Carrero González y los fisioterapeutas Yisel Pinillos Patiño, Lilibeth Sánchez Guette, Maricela Torres Anaya y Luisa Galeano Muñoz.

A propósito del Día Nacional de lucha contra la Obesidad, que se conmemora cada 24 de septiembre, Unisimón da a conocer los principales puntos del mencionado libro.

La enfermedad más frecuente

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado que esta es la enfermedad metabólica más frecuente en el ser humano. De hecho, su prevalencia se ha triplicado entre 1975 y 2016, año en que se registraron más de 1900 millones de personas con sobrepeso y 650 millones con obesidad.

Múltiples estudios epidemiológicos confirman la relación entre obesidad y problemas de salud cardiovasculares, específicamente en hipertensión arterial, insuficiencia cardíaca, arritmias cardíacas, enfermedad coronaria y vascular cerebral. Además, se relaciona con problemas de diabetes, trastornos del aparato locomotor y algunos tipos de cánceres.

Así mismo, la obesidad conlleva en la actualidad a problemas de depresión, y se prevé que estos se incrementen sustancialmente a futuro. Por lo tanto, es importante que el personal de atención en salud en todos los niveles posea nociones funcionales en el abordaje integral de obesidad-depresión. En este sentido, es esencial la promoción de la salud mental, y el involucramiento de los profesionales en esta área en el equipo de trabajo multidisciplinario para el cuidado del paciente obeso.

Actividad física y tecnología

Del aumento en los últimos años de la obesidad en todas las edades, se han generado diferentes estrategias de prevención y de tratamiento desde la práctica de la actividad física, ejercicio físico y deporte. Los planes de prevención deben iniciar desde la niñez y enfocarse en modelos socioecológicos que aborden múltiples componentes y determinantes.

A continuación, se destacan acciones que toman como referente las recomendaciones de la OMS para personas con sobrepeso y obesidad.

Una de ellas es la tecnología. A pesar que el incremento del uso de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (Tic) ha generado un aumento progresivo del sedentarismo, estas herramientas también contribuyen a promover estilos de vida saludable.

En la actualidad, hay aplicaciones que educan y ayudan determinar el gasto calórico, a partir de la dieta y nivel de actividad física. En este sentido, las intervenciones están encaminadas al seguimiento del uso de aplicaciones para teléfono móviles de tecnología Android y iOS, como podómetros, y contadores de calorías según ingesta diaria.

Estas estrategias permiten el automonitoreo y la autogestión hacia el cambio. En consecuencia, las intervenciones que proponen el uso de la tecnología para el control de peso pueden llegar a ser efectivas, debido a que las personas que registran su peso a diario o cada semana tienden a ser más exitosas en la disminución de masa corporal. El autocontrol mejora la conciencia de la ingesta calórica, lo que se puede ver reflejado en la disminución del peso corporal.

Dieta adecuada

El hecho de disminuir el consumo de frutas, verduras, cereales y legumbres, y apostar por el aumento de calorías procedente de carnes, grasas y azúcares añadidos a los alimentos, así como el uso excesivo de sal, conlleva al abandono paulatino de los hábitos alimentarios tradicionales y la aparición de enfermedades relacionadas con los nuevos estilos de vida adquiridos que se traducen en hábitos insanos.

El tratamiento y el control pasan por la modificación de los hábitos de vida. Aunque existe controversia sobre la dieta óptima para estos pacientes, la evidencia científica recomienda dietas como la mediterránea, con bajo contenido de hidratos de carbono, alimentos de bajo índice glucémico; ingesta de fibra, soja, frutas y verduras; reducción del contenido de grasas saturadas, trans, colesterol; y aumento del contenido de grasas saludables en la dieta.

Para conocer mayor información sobre esta enfermedad, puede consultar el repositorio de investigaciones Bonga Unisimón, en el siguiente enlace: https://bit.ly/2mm1v0v