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María Elvira Cuello convirtió la sala de su casa en un call center. Sus mañanas las dedica a estar pendiente a que sus cuatro hijos asistan a sus clases virtuales por la pandemia. No los quiso tener en sus cuartos, pues ya bastante pasaban encerrados, así que se las ingenió para juntarlos y a la vez supervisarlos.

Para lograrlo, María Elvira adecuó unas mesas en su sala y dividió los cuatro puestos para que cada uno estuviera cómodo. Las voces de los profesores no se confunden pues cada uno utiliza sus audífonos que permiten su concentración. Ella recuerda que al principio fue caótico, pues 'los cogió fuera de base'. Sin embargo, con el pasar de los meses 'se fueron acostumbrando' y juntos lo han sabido sobrellevar, en especial su hija menor, María, a quien le ha tocado aprender a escribir y a leer a través de una videollamada por Zoom.

'La pandemia me ha enseñado a no ser tan estricta, de que todo no es negro y blanco. En parte, eso es lo que me ha ayudado a salir adelante con ellos porque, cuando Abel murió, seguí con las rutinas de todo y esto me ha enseñado a ser más flexible y a dejarlos ser'.

Que sus hijos estén en casa le ha permitido conocerlos 'en su día a día', pues anteriormente solo compartía con ellos cuando llegaban del colegio y los fines de semana. Ahora puede verlos participar en clases y apreciar las emociones que expresan en medio de estas. María Elvira dice que 'son momentos' que cualquier papá 'normalmente se pierde a menos que los profesores pasen un video', pero que ahora agradece verlos en tiempo real.

A esta barranquillera la vida le ha enseñado a disfrutarla día a día, sin presiones y con pausas. Desde hace casi cinco años, luego que su esposo muriera, se encargó de la crianza de sus hijos ella sola. Desde entonces dedica su tiempo a ellos y a trabajar con su hermana en una repostería de la ciudad. Ella es la encargada de manejar las redes sociales y la imagen del negocio.

Para María Elvira su día a día como madre y profesional es 'un bello caos' en el que sus hijos 'han sido sus profesores', pues le han enseñado a 'ser paciente, más resiliente, a aceptar los cambios y no ahogarse en un vaso con agua', ya que ellos pasaron de llevar una vida social activa a estar en casa todo el día por la pandemia.