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El presidente Gustavo Petro sigue empecinado en degradar cada día más sus argumentos para defender el proyecto político de su gobierno y atacar a quienes se oponen a él. Aunque Petro ha sido particularmente virulento contra sus opositores, lo ocurrido en Soledad, Atlántico, desbordó todos los límites. Quedó demostrado que está dispuesto a todo con tal de imponer sus iniciativas, entre ellas la llamada “consulta popular”, cuyo verdadero propósito sólo él y su círculo más cercano conocen. Con lo acontecido en Soledad es evidente que la tal consulta popular va mucho más allá de buscar la aprobación del “pueblo” a la reforma laboral hundida en el Congreso.

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Aunque aún no están claras las verdaderas intenciones de Petro, es probable que las orejas del lobo estén detrás de lo que el ministro del Interior, Armando Benedetti, llamó en Yopal, Casanare, en su encuentro con promotores de la consulta popular, una “minireelección” de Petro. Es decir, de lo que se trataría es de ambientar y aclimatar la permanencia de Petro en el poder, bajo mecanismos que el Pacto Histórico está explorando. ¿Cuáles serían? No está claro todavía, pero sin duda alguna el petrismo pura sangre, con Petro a la cabeza, está trabajando en ello. De hecho, el mismo Petro afirmó en Soledad -en su discurso preocupante, insultante y balbuceante- que sólo una “revolución” le permitiría volver a la Presidencia.

En Soledad, Petro se despachó contra su ex canciller Álvaro Leyva y contra el presidente del Congreso, senador Efraín Cepeda. Al primero lo igualó con una “víbora” que muerde a quien le da de comer y al segundo lo calificó como “mucho HP”, aunque se cuidó de aclararle al público asistente -con tono burlón- que él no dice “groserías”.

Tanto la forma como el tono empleado por Petro para referirse a Leyva y Cepeda fueron groseros, ofensivos y desmedidos. Nunca antes el país había presenciado un espectáculo más lamentable y vergonzoso protagonizado por el Presidente de la República. Petro pisotea la dignidad del cargo y lo hace a sabiendas de que ello no solo le permite desconocer la separación de poderes, pilar fundamental de todo sistema democrático, sino que sabe perfectamente los alcances de sus palabras ante una fanaticada enardecida y furiosa contra los otros poderes, en especial el Poder Legislativo, tan legítimo como el Ejecutivo y el Judicial.

¿Hasta dónde piensa llevar Petro su estrategia de degradar el debate político, en su afán por imponer sus iniciativas? ¿Todo obedece a un plan diseñado para buscar la permanencia de Petro en el poder?

¿Qué hay detrás del insulto arrabalero y el lenguaje soez de Petro?

“Yo no digo groserías, pero quise decir una: mucho HP”, así fue como Petro se refirió al presidente del Congreso, Efraín Cepeda, en Soledad. No digo groserías, pero ahí le va su madrazo. Es claro que Petro tenía el propósito de insultar al presidente del Congreso de la República, porque este no respalda la consulta popular que promueve el gobierno nacional.

Petro no le perdona a Cepeda el hundimiento de reformas que –según Cepeda y muchos congresistas– son improvisadas, carecen de rigor técnico y fueron redactadas con afán y arrogancia. En lugar de dirimir estas diferencias propias de un sistema democrático, Petro optó por el insultó arrabalero y el lenguaje soez.

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Con mucho tino y a manera de respuesta, Cepeda sostuvo que: “Este gobierno ha irrespetado la separación de poderes. Ha intentado someter la justicia, desconoce fallos judiciales, ataca abiertamente a la Corte Constitucional y al Consejo de Estado. Petro ha pretendido –dice Cepeda– que el Congreso sea un notario de sus caprichos”. Pero el Presidente del Congreso fue mucho más allá en su respuesta a Petro: “Nunca alguien con tan pocos méritos llegó a la Presidencia. Nunca la democracia le confirió tanto poder a alguien con tan poco respeto por ella. Nunca los constituyentes imaginaron que las instituciones quedarían en manos de alguien con tan poco sentido de la legalidad, la tolerancia y la dignidad”.

La obligación del Presidente es darle altura al debate, no degradarlo más

Al emprenderla contra el presidente del Congreso, Petro tiene muy claro que “comer congresistas” da réditos políticos y electorales. No hay institución más desprestigiada que el Congreso de la República. Así lo muestran las encuestas y estudios de opinión. Despotricar contra senadores y representantes a la Cámara es un deporte nacional, lo sabe bien Petro, quien –curiosamente– fue representante y senador. En su afán por lograr que una consulta popular valide lo que el Congreso le negó, Petro se vale del manido discurso de insultar al Congreso, como si fuera un irresponsable tuitero y no el Jefe del Estado colombiano. En ese sentido llamar “mucho HP” al presidente del Congreso –en medio de una plaza, que lo que quiere es oír madrazos contra los políticos– es un recurso tan rastrero como peligroso. El Presidente de la República está obligado a darle altura al debate público, no a degradarlo mucho más de lo que se encuentra hoy en día. Petro sacrifica la dignidad del cargo que ocupa por el aplauso ocasional de la galería. Nada que hacer.

La carta de Leyva a Petro no es un chisme: es una constancia histórica

A manera de constancia histórica –y en su calidad de testigo de algunos delicados acontecimientos– el ex canciller Álvaro Leyva dejó atrás el lenguaje críptico que venía empleando para referirse a Petro y sus más cercanos colaboradores. En carta que radicó en la Casa de Nariño y que hizo pública pocas horas después, Leyva afirmó sin tapujos: “Fue en Paris donde pude confirmar que usted tenía el problema de la drogadicción”. Es decir, Leyva no habla de oídas, sino que rinde testimonio y deja una constancia histórica de un asunto que no es personal, sino de Estado, pues incumbe y afecta a nadie menos que el Jefe del Estado colombiano. La oportunidad de la revelación –¿por qué ahora y no antes?– es otro asunto, que no debería afectar la gravedad de los hechos. Y la gravedad de los hechos tiene que ver con la capacidad física y mental del presidente Petro para cumplir con sus funciones legales y constitucionales. A manera de respuesta inicial, Petro afirmó: “¿Es que acaso en Paris no tengo hijas y nietas, mucho más interesantes que el escritor?”. Luego se declaró “adicto al amor”.

Petro, Leyva, el M-19 y el secuestro de Álvaro Gómez, ¿qué hay detrás?

En Soledad, Atlántico, Petro se descargó también contra el “escritor” Leyva, su ex canciller. Lo llamó traidor y víbora. Recordó su origen aristocrático y le pasó la cuenta de cobro por haberlo nombrado en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Mejor dicho: le cobró el favor. Le respondió a Leyva su afirmación de no “haberlo conocido en los tiempos del M-19”, algo en lo que el ex canciller tiene razón: Petro nunca fue un dirigente destacado en el M-19. No tuvo ninguna relevancia ni política, ni militar. Cuando el secuestro de Álvaro Gómez -cuya liberación ocurrió gracias a la gestión de Leyva- el ex canciller de Petro se entendió con los comandantes del M-19. De esa gestión nació la relación de Leyva con el M-19, que luego permite que el “escritor” sea uno de los integrantes de la Asamblea Constituyente de 1991 a nombre de la Alianza Democrática M-19. Leyva fue Constituyente del M-19 por decisión de sus comandantes, algo en lo que Petro –por obvias razones– no tuvo nada que ver. Eso fue lo que Leyva le recordó a Petro en su carta y que Petro le respondió de forma desmedida.