Una vez más el presidente Gustavo Petro hizo alarde de su visión apocalíptica, catastrófica y fatalista de la humanidad –y por supuesto del país– para justificar su voluntad de no permitir la celebración de nuevos contratos de exploración y explotación de gas y petróleo en todo el territorio nacional.
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“Yo no quiero, porque yo sé que esa firmita de contratos nuevos de exploración y explotación lo que entraña dentro de 10 o 15 años es que todos los aquí presentes, nuestros hijos y nuestros nietos, queden expuestos a la muerte total de la especie humana”, declaró en la Casa de Nariño, ante los asistentes a la Conferencia Interamericana de Ministros y Ministras de Trabajo de la OEA.
Petro se resiste a escuchar argumentos técnicos y sólidos de quienes sostienen que la no exploración y explotación de nuevos yacimientos de gas y de petróleo llevaría al país a un grave desabastecimiento, que comprometería la vida de miles de personas, la generación de empleos y el futuro mismo de municipios y departamentos que –en el caso de la región Caribe– viven de los ingresos que les generan las regalías del gas y del carbón.
A Petro se le ha advertido de múltiples maneras que su terquedad tendrá consecuencias funestas para la competitividad de la región Caribe, así como para la supervivencia de millones de personas que viven hoy en día de los ingresos que les generan los hidrocarburos.
Pero para Petro resulta mucho más importante su visión catastrófica y apocalíptica de la humanidad y del país, así como sus absurdos argumentos de poder –”yo no quiero”– que todas las voces calificadas, que sostienen que sí es posible llevar a cabo una transición energética sin que ello signifique dejar sin empleo y sin ingresos a millones de personas. Además, es bien sabido que una transición energética caprichosa y sin ninguna planificación podría llevar a la quiebra a un buen número de departamentos y municipios.
Mientras Petro desoye el clamor general y se regodea en su fatalismo enfermizo, el país comienza a adentrarse en los terrenos del racionamiento de gas, por cuenta de la falta de recursos energéticos, como advierten expertos en la materia, como Naturgas y Asoenergía.
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Es decir, si bien es cierto que en los próximos meses habrá un racionamiento de gas natural, en especial en la región Caribe, debido al mantenimiento de la planta de regasificación (Spec LNG) de Cartagena, ello no significa que no exista en el país un preocupante déficit de gas natural. Los hechos y las cifras indican que se requiere –sí o sí– autorizar nuevas exploraciones y explotaciones de gas y petróleo.
“Tenemos que analizar –sostiene Petro– cómo nuestras economías se desligan del petróleo y del gas. Este un problema, actual, muy actual, porque se trata de la vida del planeta”.
Mientras Petro analiza la situación, el país –que depende del petróleo, del gas y del carbón– agoniza. No tener gas natural disponible en los próximos años significa poner en riesgo la vida de 37 millones de personas, especialmente niños; dejar por fuera de circulación 200.000 vehículos, de los cuales la inmensa mayoría sostienen miles de familias. Mientras Petro sigue “analizando cómo se desliga la economía del gas y el petróleo”, la transición energética sigue sin materializarse.
¿Cuáles son las graves consecuencias que tendría el hecho de que Petro no le ponga la “firmita” a nuevos contratos de exploración y explotación de gas y petróleo?
¡Arrepiéntanse que el fin de los tiempos está cerca…!
Según los cálculos arbitrarios y caprichosos de Petro, el fin de la humanidad se dará en las próximas décadas. De ese tamaño es su visión apocalíptica de la permanencia de los seres humanos sobre la tierra. Y los culpables de la catástrofe son –según Petro– las grandes potencias, los voraces capitalistas, que deforestan sin piedad ni compasión y los combustibles fósiles.
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Pero –ojo– cuando Petro habla de las grandes potencias no se refiere a Rusia, ni a China. Solo menciona Estados Unidos. Rusia y China –con quienes estrecha lazos cada día– no son culpables de lo que acontece, según Petro. Esos gobiernos tampoco violan los derechos humanos. Para Petro la “deforestación masiva” corre por cuenta de los voraces capitalistas. Para Petro –por ejemplo– en la deforestación amazónica nada tienen que ver los grupos guerrilleros y las organizaciones criminales, con las que negocia su paz total, quienes derriban miles de selva para sembrar hojas de coca. Al parecer, ellos no deforestan.
Mientras Petro siga haciendo una lectura maniquea y mezquina de la grave situación medioambiental que se vive por cuenta del abuso de los combustibles fósiles y por el comportamiento irresponsable de algunas personas, le pasará como a esos loquitos descamisados que se pasean por nuestros pueblos con un cartel colgado del cuello que dice: “¡Arrepiéntanse, que el fin de los tiempos está cerca!”. Es posible que –en verdad– el fin de los tiempos esté cerca, pero de tanto pregonarlo al pobre desquiciado ya nadie lo toma en serio.
¿De qué vivirán el Cesar y La Guajira?
En 2022 Cesar recibió más de $475.000 millones en regalías por actividad minera. El 50 % del carbón del país se produce allí. Sin actividad minera, ¿de dónde obtendrá esos $475.000 millones? ¿Qué ha ofrecido y concretado el gobierno de Petro a cambio, tanto al departamento como a las familias que viven de esas regalías? El capricho de una persona y sus argumentos de poder –”yo no quiero”– no pueden jugar con la vida y la supervivencia de miles en todo el país, no solo en Cesar. Y cuando esas personas salen a protestar, entonces el Gobierno las estigmatiza y señala de ser utilizadas por grupos criminales.
La Guajira, al igual que Cesar, también tuvo muy buenos ingresos en 2022 por cuenta de las regalías mineras, en especial carbón. El departamento recibió $670.157 millones. Al dejar de percibir esos ingresos, porque el gobierno Petro decidió no estampar la “firmita”, ¿de qué vivirán La Guajira y sus habitantes? ¿De los ingresos generados por los parques eólicos, que aún no entran en operación? ¿De las divisas que les producirán los millones de turistas cuando ingresen por el “Aeropuerto Internacional de la Alta Guajira”?
¿Suicidio económico por cuenta de un capricho político?
Tiene toda la razón el ex ministro de Hacienda José Manuel Restrepo cuando califica como un “suicidio económico” la decisión de Petro de no firmar más contratos de exploración y explotación de gas y petróleo. Las cifras del exministro Restrepo son demoledoras. La decisión de Petro pone en riesgo el 5,6 por ciento del PIB, el 20 por ciento de los ingresos fiscales, el 3,5 por ciento de la inversión extranjera directa, el 40 por ciento de las exportaciones y el 80 por ciento de las regalías, de las cuales viven regiones y departamentos.
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En otras palabras, Petro está poniendo en riesgo la sostenibilidad económica y fiscal de la nación por cuenta de su comportamiento autocrático, que se niega a escuchar a quienes –con cifras y argumentos sólidos– controvierten sus posturas. Petro dejará de ser presidente en menos de dos años, pero los efectos funestos de sus decisiones los tendrán que pagar los habitantes de las regiones y departamentos a los que el Gobierno embarcó en esta absurda aventura. ¿Responderá Petro –de expresidente– por todo el estropicio económico y social que causan sus iniciativas? Lo dudo. Punto.
Una transición energética irresponsable e improvisada
Colombia emite menos del 1 por ciento de gases de efecto invernadero a nivel mundial (0,06 %), lo que significa que todas las medidas drásticas anunciadas por Petro, que comprometen la sostenibilidad económica y fiscal del país, así como la vida y supervivencia de millones de colombianos, tendrán un efecto nulo a la hora de reducir la contaminación mundial. Mejor dicho: podríamos desaparecer mañana como país, tratando de salvar al mundo, como pretende Petro, y el mundo ni se enteraría de nuestro enorme sacrificio. Para decirlo con absoluta crudeza: este embeleco de Petro no pasa de ser un capricho político y una irresponsabilidad económica que podría comprometer la suerte de 52.000.000 de colombianos en las próximas décadas.
Ahora que el canciller Luis Alberto Murillo estuvo en China debió aprovechar la visita para solicitarle a los chinos un sacrificio similar al que Petro nos pide a los colombianos. ¿La razón? China es el contaminante número uno del mundo (11.397 MtCo), seguido de lejos por Estados Unidos (5.057 MtCo), India (2.830 MtCO), Rusia (1.652MtCo) y Japón (1.054 MtCO). ¿Y Colombia? Ni en las curvas. Obviamente que no se trata de ser irresponsable con el medio ambiente, ni de atentar contra los ecosistemas, ni la biodiversidad. De lo que se trata es de tener un nivel mínimo de sensatez, cuando se gobierna una nación. Y ello implica diseñar, planificar y ejecutar una transición energética responsable y no improvisada, que es lo que estamos viendo.