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Un año y tres meses después de haber llegado a la Casa de Nariño, el país empieza a ver una faceta preocupante de Gustavo Petro. Al frente del Estado colombiano se encuentra un gobernante camorrero, dogmático, intolerante, vengativo, testarudo, manipulador y fanático. Quienes conocen a Petro desde hace muchos años no se sorprenden con su versión 2023. Nada de lo que sucede les causa estupor.

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Pero quienes no conocían a Petro –que son la inmensa mayoría de los colombianos– si están asombrados con el comportamiento del presidente. El Petro que prometió el cambio por el cual votaron millones de colombianos durante la pasada campaña presidencial era muy distinto.

La respuesta de Petro a la contundente derrota que sufrió en las elecciones regionales refleja su talante. No solo se resiste a reconocer la derrota –producto de la cantidad de errores cometidos por su gobierno– sino que pretende mostrar como un triunfo lo que fue en realidad un duro revés.

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Invitar a la Casa de Nariño tan solo a los 14 gobernadores que él considera sus aliados –dándoles un portazo a los otros 18 gobernadores del país, que también fueron elegidos– es mucho más que un acto de descortesía. Es una burda grosería. Es una demostración de intolerancia e inmadurez política. Es una ofensa a millones de votantes que también ejercieron su derecho al voto. Es, además, un mensaje preocupante para el país: ¿Pretende Petro gobernar solo con sus amigos? ¿Qué trato les piensa dar a quienes no están dentro del espectro de gobernadores aliados?

Petro se ha destacado durante su mandato por graduar de 'enemigos' a quienes muestran un cierto grado de independencia o asumen posiciones críticas con el Gobierno. De forma grosera –por ejemplo– descalifica decisiones de la procuradora general, Margarita Cabello, a quien llama en su círculo privado 'mi opositora', como si la jefa del Ministerio Público no tuviera entre sus funciones velar por los intereses de la comunidad o vigilar los abusos y desafueros de los gobernantes, entre ellos el mismísimo presidente, sea quien sea.

Al fiscal general, Francisco Barbosa, lo señala de sabotear por razones políticas o electoreras sus propuestas o iniciativas. No hay decisión de Barbosa –entre ellas las que tienen que ver con su hijo Nicolás– que Petro no cuestione, porque –según él– todas tienen motivaciones perversas, producto del deseo de Barbosa de ser presidente, según Petro.

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Igual acontece con los medios de comunicación. Los hay 'amigos del Gobierno' y 'enemigos del Gobierno'. Los primeros tienen acceso directo a la información proveniente de la Casa de Nariño, los segundos son ignorados a la hora de suministrar información. O algo peor: el propio Petro los señala y descalifica para que de inmediato su horda de bodegueros en redes sociales se encargue de aniquilarlos con todo tipo de insultos. El resultado de todo esto es que Petro cada día está más cercano a los medios amigos y más distante de quienes lo critican o cuestionan. Olvida Petro que es el presidente de todos los colombianos, no solo de quienes votaron por él.

¿Qué tanto daño le hace al Gobierno nacional la actitud asumida por Petro? ¿Qué hacer ante el comportamiento del presidente?

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