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Mientras el resto del país vive engolosinado y hasta parece regodearse en eso que llaman la actualidad nacional, que no es nada distinto a machacar todos los días sobre el mismo tema -hasta que lo vuelven 'postema', como diría Marcos Pérez- Barranquilla disfruta de su Carnaval, la fiesta más esperada del año. ¡Quien lo vive es quien lo goza! ¡Carajo...!

Y ello es así porque si existe en Colombia una verdadera fiesta nacional no es otra que el Carnaval de Barranquilla. Ninguna otra se acerca ni de lejos a sus extraordinarias cifras: durante las fiestas la ciudad mueve unos 300.000 millones de pesos, la Batalla de Flores -uno de los eventos emblemáticos- congrega a lo largo y ancho de la vía 40 y de las distintas calles de la ciudad a cerca de 800.000 personas, el 86 por ciento de los habitantes de la ciudad participa de forma directa de los eventos y durante los cuatro días de fiesta llegan a Barranquilla cerca de 300.000 personas, entre nacionales y extranjeros. Hacer el Carnaval cuesta unos 20.000 millones de pesos, de los cuales 15.000 millones los aporta la empresa privada y el resto lo cubre la Alcaldía de Barranquilla. El Carnaval es la gran fiesta de Colombia, sin duda alguna.

El éxito del Carnaval radica en el espíritu festivo y pacífico de quienes vivimos en Curramba. No hay uno solo de los 1.500 eventos que se realizan en Barranquilla durante el Carnaval que no cuente con la asistencia masiva de los curramberos. Desde la Lectura del Bando Real hasta el martes de Carnaval, pasando por la Batalla de Flores y la Gran Parada de Tradición, verdaderos ríos humanos desbordan todos y cada uno de los eventos que se realizan en la ciudad. Todos sus habitantes participan del jolgorio masivo, porque se trata de una fiesta incluyente como pocas en Colombia.

Que Barranquilla celebre mientras el resto del país navega en las aguas tormentosas de la tragedia nacional no es ninguna novedad. Siempre ha sido así. Pero no porque sus habitantes seamos indolentes, cínicos o flojos, como también se atreven a llamarnos desde las cumbres andinas, sino por todo lo contrario: porque creemos que la vida vale mucho más que la muerte y que la risa terminará siempre por imponerse al llanto. Y porque -además- estamos convencidos de que no hay pena que un buen disfraz no oculte. En el Carnaval la parca deambula disfrazada entre cientos de miles de personas que le hacen el quite y se burlan de ella, mientras le arrebatan y hacen morisquetas con su garabato inofensivo. En el Carnaval 'el hombre sin cabeza' no intimida ni causa espanto, como ocurre en el resto del país, sino que es motivo de sana diversión. El Carnaval nos permite burlarnos de nosotros mismos, mientras nos dejamos arrastrar -embriagados y felices- por torbellinos desaforados de monocucos y marimondas y negritas puloys. Barranquilla se viste de fiesta multicolor y hace gala de su talante multicultural, abierta, espontánea y festiva. Así ha sido y no va a cambiar. Somos felices con una Batalla de Flores y no de balas, ni de morteros, como la primera que celebramos por allá en 1903, cuando todavía no habíamos sanado las heridas de la 'Guerra de los mil días'. ¡Batalla de flores...! Exclaman asombrados quienes se resisten a contagiarse de nuestra alegría desbordante. Si, Batalla de Flores sin muertos ni heridos ni plomo ni balas. Batalla de Flores amenizada por más de 400 grupos folclóricos, cuyos integrantes desfilan sonrientes mientras sienten que los 40 grados de temperatura le empiezan a subir por los tobillos hasta achicharrarles las gónadas. Esta es Barranquilla, alegre, festiva, jacarandosa y mamagallista, la única ciudad del mundo donde Maduro puede abrazarte con Duque y Donald Trump desfila con Fidel Castro. ¿Quiénes han sido los grandes protagonistas de este Carnaval 2020?