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Como buen año bisiesto que se respete el 2020 será bastante movido en materia política y social. Pero la gran turbulencia del próximo año podría sentirse en materia económica, no solo porque las potencias mundiales –como Alemania– están empezando a sentir los vientos de una posible recesión, sino porque a nivel interno quedó demostrado que las alentadoras cifras de crecimiento no son suficientes para lograr la armonía social que el país requiere en estos tiempos.

Seguir pensando que crecer por encima del 3 por ciento es suficiente para estrechar las alarmantes cifras de desigualdad del país es un grave error, puesto que quedó evidenciado que lo uno no se traduce necesariamente en lo otro. Si el crecimiento económico no tiene réditos sociales inmediatos, la olla de presión seguirá activándose y ello podría hacer del 2020 el más turbulento en la historia reciente del país.

El asunto de la desigualdad social es tan delicado que influyentes medios de comunicación, como The Economist, consideran que esa debería ser la prioridad de todos los gobiernos y no solo los de América Latina. El acceso a salud y educación de calidad pasó a ser uno los principales desafíos que deberán afrontar los mandatarios si de verdad quieren contribuir a cerrar la brecha social.

Pero en el caso colombiano no solo se requiere que el Gobierno nacional haga grandes esfuerzos en la lucha contra la desigualdad, sino que el Congreso de la República –tan responsable de la tragedia nacional como el Ejecutivo y el Judicial– debe legislar con sentido social y dejar de lado su cinismo y su indolencia.

El descaro con que algunos congresistas hacen 'cacerolazos' contra el Gobierno, como si no tuvieran nada que ver con la crisis nacional, es absurdo y ridículo. Ojalá que en el 2020 no aplacen medidas que los afectan directamente, como la de rebajarse el suelo de forma significativa. Ello por lo menos serviría para enviarle el mensaje al país de su compromiso en la lucha contra la corrupción.

El sector productivo también debe tomar 'conciencia social' el próximo año. Ya la paciencia y los plazos se agotaron. Los marginados se cansaron y están en las calles. El modelo de 'enriquecimiento privilegiado', que se presta para atesorar riqueza a punta de prebendas y a costillas de la exclusión de la inmensa mayoría, hizo agua. Ya no se trata de 'repartir mejor la torta', para que algunas migajas caigan de la mesa y lleguen a quienes están en el piso suplicando por ellas, como ocurrió por décadas en América Latina y en Colombia. El asunto ahora es distinto. El problema es que la torta ya tiene poquitas porciones para repartir y quienes suplicaban migajas hoy quieren el pedazo que queda.

El próximo año el compromiso de todos también debería ser el de pensar en los jóvenes. Pero no como un simple discurso para atraer su atención y llevarlos mansamente a las urnas en futuras elecciones, como hacen algunos politiqueros de ocasión, sino como un genuino deber ético y moral que apunte a mejorar sus actuales condiciones de vida. Un joven sin oportunidades de crecimiento y sin opciones académicas y laborales no solo desprecia su presente, sino que maldice su futuro.

La defensa de la integridad y la vida de quienes han asumido la vocería de las comunidades a lo largo y ancho del país tiene que ser una de las mayores prioridades del Gobierno nacional el próximo año. ¡Ya está bueno de tantos líderes sociales asesinados en el país, sin que las autoridades hagan algo para evitarlo! ¡Las condenas y los rechazos oficiales a cada crimen no son suficientes! ¡La vida de todo líder social, como la de toda persona, es sagrada y el Estado no puede ahorrar ningún esfuerzo en su preservación!

En lo que tiene que ver con la Región Caribe el mayor reto es –sin duda– definir la suerte de Electricaribe. Esa tortura que padecemos debe acabarse en 2020. El próximo año deberá definirse de una buena vez el nuevo operador o los nuevos operadores que reemplacen a la tristemente célebre Electricaribe. Todos estamos a la espera de que el presidente Iván Duque honre su compromiso con la Región y cumpla su palabra. En materia de infraestructura también es importante para la región blindar financieramente y poner en marcha con todas sus garantías dos megaproyectos fundamentales: la navegabilidad del río Magdalena y las obras del Canal del Dique.

Alcaldes y gobernadores de la Región Caribe, por su parte, tendrán el enorme reto de contribuir de forma significativa a cerrar la brecha social, que tiene a varios de nuestros departamentos ocupando los últimos lugares a nivel nacional.

¿Qué nos traerá el 2020?