Para entender el año bisiesto es necesario fijarnos en el movimiento de la tierra alrededor del sol: en teoría nuestro planeta rota unas 365,24219 veces durante una órbita completa, por lo tanto, un año debería durar 365 días 5 h 48 min 45,25 s y no solo 365. Esta imprecisión hace que cada cuatro años se corrija el año calendario por una acumulación no contabilizada de aproximadamente 1/4 de día por año que equivale a un día extra.
El creador del año bisiesto es el emperador romano, Julio Cesar, quien estipuló que debía añadirse un día al sexto día antes del primer día del mes de marzo, que correspondía en ese entonces a un día extra intercalado entre el 23 y 24 de febrero. Posteriormente con la llegada del calendario gregoriano, calendario hecho por el papa Gregorio XIII, este día extra se colocó al final de mes, es decir, el 29 de febrero.
Así se calcula un año bisiesto con el calendario gregoriano
Un año es bisiesto si es divisible entre 4, a menos que sea divisible entre 100. Sin embargo, si un año es divisible entre 400, también resulta bisiesto. Obviamente, esto elimina los años finiseculares (últimos de cada siglo, que ha de terminar en 00) cuyo siglo no es múltiplo de 4.
Es decir, la gran mayoría de los años que sean divisibles entre 4 son bisiestos. No lo son si su divisibilidad es entre 100 (como los años 1700, 1800, 1900 y 2100), a no ser que además sean divisibles entre 400 (como los años 1600, 2000 y 2400). En 400 años debe haber 97 años bisiestos. De esa manera el año del calendario gregoriano se mantiene muy parecido al año solar.
¿Qué pasaría si no añadiéramos ese día?
Si no añadiéramos un día completo cada cuatro años, las estaciones acabarían descompasadas del calendario, de tal manera que después de unos 700 años, en el hemisferio norte la Navidad caería en mitad del verano. Al revés, en el hemisferio sur. Eso quiere decir que si no sumáramos el día extra, hoy sería 15 de julio del año 2017.