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Tan solo habían corrido 13 días del año en curso y ya la Troncal del Caribe, el corredor más importante del norte de la región Caribe, empezaba a oler a muerte, a sangre, a carne quemada. Ese día, en la entrada al asentamiento indígena wayuu de la comunidad Puerto Caracol, zona rural de Riohacha, los habitantes del sector encontraron restos óseos calcinados de dos hombres y una mujer que, en ese entonces, las autoridades informaron que estaban en estado de embarazo.