En La Parada, caserío colombiano fronterizo con la ciudad venezolana de San Antonio del Táchira, los habitantes viven a diario con miedo y zozobra por el incremento de la violencia de grupos guerrilleros y de narcotraficantes.
Desde el ruido de las ráfagas de fusil a cualquier hora del día, hasta pintadas en las paredes de las viviendas con las siglas de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), el conflicto que ha llegado hasta la frontera hace parte de su vida cotidiana.
'Ya nos acostumbramos a escuchar plomo, a que en las trochas aparezcan muertos y ver gente extraña en nuestro sector', dijo José Urbina, de 50 años, mientras señalaba una de las pintadas que hicieron este fin de semana en una de las viviendas ubicadas frente al río Táchira, que las separa de la trocha La Platanera por donde pasa todo tipo de contrabando hacia Venezuela.