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Por César A. Marín C. (Periodista Unidad para las Víctimas)

Si violaron tus derechos y tu integridad, no lo dudes, no lo pienses, hay que denunciar. Oye mujer, tú eres la luz que alumbra en la oscuridad. Tú con tu amor vienes al mundo y le das seguridad. No debemos estar ciegas ante la injusticia. No podemos estar mudas ante la verdad.

Fragmento de la canción ‘No debo quedarme callada’, compuesta por Piedad del Carmen Julio Ruiz.

En 1998, agobiada por el riesgo que corría su vida, Piedad del Carmen Julio Ruíz creyó, tal vez ingenuamente, que la única manera de salvar su vida era ir a uno de los principales campamentos de los paramilitares de Córdoba, a averiguar por qué la querían matar. Salvó su vida, pero durante cinco días fue abusada sexualmente por uno de los comandantes zonales de ese grupo armado ilegal. Hoy puede contar su historia y explicar por qué, a pesar de lo que sufrió, decidió perdonar a sus victimarios.

Un año antes, Luis Carlos Suárez, su primer esposo y padre de siete de sus ocho hijos, había sido retenido por un grupo armado durante cerca de tres meses. Logró escapar en un momento de descuido de sus captores y llegó a Montería, de donde tuvo que desplazarse a Medellín, por temor a ser asesinado. Allí murió seis meses después, producto de las secuelas físicas y emocionales que le dejó el secuestro.

Piedad, que siempre se destacó como líder comunitaria en la zona del Parque Nacional Natural Paramillo, y era la presidenta de la Junta de Acción Comunal (JAC) de su vereda, comenzó a recibir amenazas en 1998, como los demás presidentes de juntas de la zona, así que tuvo que dejar botada su finca y abandonar la región junto con sus hijos, que habían quedado huérfanos, y se fue para Montería. No obstante, no se sentía segura, y no podía quedarse quieta esperando que la mataran, así que buscó una cita con Carlos Castaño, máximo líder de las autodefensas, para preguntarle las razones de las amenazas hacia ella.

Logró reunirse con Castaño, en un sitio conocido como El Diamante, en jurisdicción del Parque Paramillo y relativamente cerca de donde ella tuvo la finca. Él le respondió que desconocía ‘su caso’ y no sabía por qué la querían matar, pero la mandó a hablar con el comandante de la zona conocido como H2. H2 buscó en un cuaderno un listado de personas a las cuales tenían planeado asesinar y efectivamente encontró allí su nombre.

'Me dijo que ellos tenían versiones según las cuales los que integraban las JAC colaboraban con la guerrilla, entonces yo le dije que aparte de mi trabajo por la comunidad solo me quedaba tiempo para atender, responder y buscar sustento para mis hijos. Además, le dije que era posible que ellos se dejaran llevar por chismes que seguramente les llevó un señor a quien mi marido, que había fallecido el año anterior, le había quedado debiendo un dinero y que en represalia esa persona se pondría a inventar cosas de mí', asegura.

Finalmente, so pretexto de que se quedara mientras ‘aclaraba’ su situación, H2 la obligó a quedarse en el campamento durante cinco días, tiempo durante el cual abusó de ella sexualmente.

Luego de esos cinco días de abuso, H2 la embarcó en una camioneta y dio instrucciones para que la dejaran en la casa de un señor en Tierralta. Allí estuvo dos días mientras 'que esa persona hablaba con los jefes de zona de ese municipio, diciéndoles que ‘por instrucciones del alto mando ya no me hicieran nada porque ella ya había aclarado su situación’'.

Después de eso prefirió manejar un bajo perfil; sin embargo, no se quedó quieta y siguió luchando para que le adjudicaran un pedazo de tierra. Junto a 35 familias gestionó ante el entonces Incoder y resultó beneficiaria de un predio de nombre Usaquén, ubicado en jurisdicción de Montería, pero cuando les iban a hacer entrega oficial del lugar, hombres armados les impidieron ingresar al predio, advirtiéndoles que si ingresaban serían asesinados.

'Después de eso y en una versión libre, yo le pregunté a Salvatore Mancuso que si él sabía quiénes les habían impedido ingresar al predio, y él aceptó haber dado esa orden', recuerda.

Luego de eso, junto a varios de los frustrados beneficiarios con la entrega de ese predio, 'decidimos tomarnos a manera de protesta y presión las instalaciones del Incoder, en Montería, y finalmente nos adjudicaron un nuevo predio en un sector llamado Valle Encantado, pero aún sin título de propiedad. La parcela que me entregaron tiene ocho hectáreas, le construí una casa, tengo sembradas dos hectáreas de plátano, arroz, tiene árboles frutales, una represa con alevinos y con eso sobrevivo y, a veces, comercio'.