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El 17 de enero de 2019, hace un año, Regina Tapia estaba en su casa en San Bernardo del Viento, Córdoba, cuando una vecina llegó y le anunció la primera de una serie de malas noticias que recibiría. 

—Enciende la radio que hubo un atentado en la escuela de policía donde estudia Nando. 

Regina, abuela y madre de crianza de uno de los 22 cadetes que falleció ese día tras el atentado atribuido al Eln, encendió la radio y después también el televisor.

En la pantalla se reproducía el video del carro bomba entrando a la Escuela de Cadetes de Policía General Francisco de Paula Santander, el desastre de los árboles caídos tras la detonación y se alcanzaba a ver el humo gris que dejaron las llamas de fuego. La lista de heridos y fallecidos fue aumentado, pero no escucharon el nombre de Fernando Alonso Iriarte Agresott. Y eso fue, según Regina, lo que hizo que conservara su esperanza hasta el día siguiente.

'A la mañana mi hijo se fue a Bogotá y también fue el padre de Nando (como le decían al joven), le hicieron una prueba de ADN. Él estaba entre los cadáveres destrozados, por eso no salía en la lista esa, no estaba identificado', le contó Regina a EL HERALDO, un año después de la tragedia.