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Lorena Murcia tenía 10 años y había perdido el conocimiento un 31 de diciembre en medio del abuso sexual atroz del que estaba siendo víctima por parte de varios uniformados del Ejército en zona rural de San Vicente del Caguán, Caquetá, a principios de los noventas.

'A los seis días de que me abusó el Ejército, la guerrilla me reclutó. Es uno de los acontecimientos más deshonrosos que uno puede tener como mujer, como niña, porque un abuso de militares donde no sabes cuántos te abusaron porque pierdes el conocimiento, y después de eso, al año, que lo abusen nuevamente a uno, obligado, porque además a mí me abusó un hombre obligado –alias Armando, de las Farc- por una comandante -alias Lapa-, que le dijo que si no lo hacía lo mataban. Es la frustración de no poder defenderse. Ahora creo que eso lo hacen ellos para que uno se vuelva cruel y desalmado con todo el mundo', es el relato de Lorena que narra parte de una Colombia profunda, olvidada, siempre en guerra, donde los niños son violentados de mil maneras indecibles.

Lorena Murcia, hoy con 27 años, desmovilizada de las Farc tras escaparse luego de casi siete años en el monte, presidenta hasta hace seis meses de la Corporación Rosa Blanca -que reúne a 1.200 mujeres excombatientes y víctimas de violación por parte de la extinta guerrilla - le contó a EL HERALDO su historia trágica pero al mismo tiempo historia de una persona que sobrevive para denunciar.

El reclutamiento

Su infancia, antes de la tragedia de la guerra, nunca fue color de rosa: 'Mi infancia era una infancia lamentable, porque no tenía lo que tienen los niños, no tenía escuelas, no había parques. Donde yo vivía era un caserío que solamente tenía una sola cuadra y una trocha donde habían otras casitas de tabla, y no puedo decir el nombre por seguridad, porque aún tengo familia por ahí'.

Sin embargo, no todo era tristeza, a pesar de lo poco que tenían: ayudaba a su familia, trabajaba, en el pueblo la reconocían como una niña alegre, que iba como todos a las fiestas de los niños. Su padre perteneció a la Unión Patriótica y después fue comandante de las Farc.

'Un 6 de enero me llevaron por la fuerza, estaba en la orilla de un río, me subieron a un camión donde iban 25 niños más de 9 a 13 años, y nos llevaron a un campamento donde duramos como tres días de viaje, uno en camión y el resto caminando. Que a uno se le acercaran los miembros de las Farc no era tan espantoso, porque ya uno estaba acostumbrado a vivir con ellos. Lo que ellos me dijeron era que íbamos a dar una vuelta, que me iban a mostrar unas cosas, y yo los conocía a todos, se mantenían en el pueblo, y mi papá era comandante y yo decía que nunca me iban a llevar porque mi papá nunca lo permitiría. Me subí tranquila, cuando vi los otros niños pensé que nos iban a dar algo, porque ellos les hacían fiesta a los niños, y ahora comprendo que lo que hacían era endulzar a los niños y comprarlos para poderlos llevar a la guerra', dice.

Cuando llegaron al campamento del Frente del Yarí, al norte del Caquetá, fue cuando les dijeron que a partir de ese momento hacían parte de la guerrilla, y el recibimiento no pudo ser más brutal: Un niño de 11 años duró toda la noche llorando y pidiendo ver a su mamá. Al otro día lo fusilaron.