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Dos horas y media antes del primer disparo, el entonces coronel Luis Herlindo Mendieta revisó uno a uno los rincones de la estación de Policía de Mitú que estaba a su cargo. Eran las primeras horas del primero de noviembre de 1998 y el oficial repasaba en su mente los informes de inteligencia que reseñaban que la capital del Vaupés sería uno de los blancos de la guerrilla de las Farc luego de la toma a la base de antinarcóticos de Miraflores, Guaviare. La víspera, el sábado 31 de octubre, integrantes de la institución les celebraron a los pequeños su día con dulces, regalos y recreación. De la alegría se pasó al terror. A las 4:30 a.m. por lo menos 2000 hombres al mando del Mono Jojoy y Romaña sitiaron la población y atacaron sin descanso la infraestructura.

Mendieta es boyacense. Asumió como comandante en Mitú el 17 de septiembre, llegó trasladado del Magdalena en donde fungía como subcomandante. La situación en el país era compleja por los constantes hostigamientos de la guerrilla de las Farc que en ese año fue responsable de 44 ataques a poblaciones, estaciones de Policía y bases militares.

'El traslado fue intempestivo y se tramitó en un día. Al llegar me reuní con el gobernador de entonces y con el comandante al que le recibí y me dijeron que la situación era crítica porque las Farc estaban en inmediaciones de Mitú', recordó Mendieta.

Tras asumir en responsabilidad, los informes que remitió al área de inteligencia daban cuenta de un secreto a voces: el asalto guerrillero. En varias oportunidades solicitó refuerzo de personal, armamento y equipos de comunicaciones no solo para ellos sino para interceptar los movimientos de los subversivos y tener información certera del cómo y cuándo se daría la toma.

En la última semana de octubre esos requerimientos se hicieron dos veces a través de documentación de carácter reservado y confidencial que también llegaron al comando de la Séptima Brigada del Ejército que tenía jurisdicción en la zona.

'El bombardeo se inició con armas no convencionales, como lo eran los llamados cilindros bombas cargados de explosivos plásticos. Usaron también tatucos y lanzaron granadas. Cuando escucho los disparos, atravesé un pequeño pasillo y llegué al patio central del comando de la Policía y ahí ya estaban los hombres saliendo de sus sitios tomando su armamento y tomando las posiciones como estaba previsto en el plan de defensa', relata Mendieta.

Cinco horas después del ataque incesante y despiadado de las Farc, la estación de Policía estaba en llamas, pero los uniformados no habían entregado su posición: la seguían defendiendo a pesar de que los superaban en número y armamento.

Eran 76 uniformados los que buscaban repeler el ataque. Es decir que por cada miembro de la fuerza pública había 26 guerrilleros. Según información de inteligencia de la época, Jojoy ordenó el alistamiento de siete frentes y tres compañías móviles de esa guerrilla. De cada una de ellas sacó 200 combatientes para ejecutar la que denominó operación Marquetalia.

Los daños en la instalación obligaron a los uniformados a replantear su posición y lograron pasar a la casa contigua donde funcionaba la Fiscalía, donde estaba el capitán Julián Ernesto Guevara defendiendo esa posición.

No pasó mucho tiempo cuando la sede del ente acusador empezó a arder. El infierno se había apoderado de Mitú y los refuerzos aún no llegaban ni por tierra ni por aire. La tristemente célebre operación Marquetalia estaba cumpliendo su cometido tal como la planeó el Mono Jojoy.

'Quemados el comando policial y la Fiscalía pasamos a un almacén de víveres que ya estaba destruido. Me parece que ya eran como las 3:30 p.m., y ya nos iban reduciendo cada vez más, por lo que decidimos retornar al cuartel de Policía donde había unas paredes en pie. Era lo único que quedaba', cuenta el hoy general.

Estando allí, cansados, agotados, con hambre y con sed, piensan en refugiarse en la escuela, ubicada cerca de la estación. Un suboficial recibe la orden de observar el plantel, pero regresa con la mala noticia de que la escuela ya no existe. Los policías que estaban en ese punto ya habían sido reducidos por los guerrilleros. La esperanza se desvanecía al igual que las municiones y las fuerzas.

En un momento de iluminación, pese al constante traqueteo de fusiles, granadas y cilindros cayendo desde todos los puntos, recuerdan que a un costado de la estación había una especie de hueco y deciden refugiarse allí del embate violento.

Poco antes de las 5:00 p.m., el coronel Mendieta logra comunicación con la tripulación del avión fantasma y le dice que bombardee y ametralle la zona, 'porque ya la guerrilla estaba encima'. Pero solo cumplió con la segunda orden, debido a que una bomba hubiera significado una muerte segura para Mendieta y sus hombres.

'Después del ametrallamiento, escuchamos a los guerrilleros de las Farc que nos decían que saliéramos con las manos en alto. Nos obligaron a ponernos contra la pared de la Caja Agraria y en ese momento pensamos que nos iban a fusilar. En ese momento le pedí a Dios que me dejara vivir un día más', relata Mendieta.