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En 2014 fue incluido en la Lista Clinton. Se había sometido a varias cirugías plásticas. Contra él pesaban más de cinco órdenes de captura por homicidio, secuestro y rebelión. Dominaba militarmente vastos terrenos del Catatumbo, Norte de Santander. Construyó varios túneles, cual ‘Chapo Guzmán’, que le permitían hacerse escurridizo frente a controles de seguridad.

Estas son solo algunas de las razones por las que todas las Fuerzas Militares del país, en conjunto con autoridades civiles, tenían en la mira a Víctor Ramón Navarro, alias Megateo.

La muerte de este capo del narcotráfico fue confirmada en la mañana de este viernes por el presidente de la República, Juan Manuel Santos. No es para menos que su fallecimiento, ocurrido durante una operación conjunta de las autoridades en el Catatumbo, ocupe hoy las primeras páginas de los medios nacionales y robe gran parte de la atención de diarios internacionales.

Hace dos años, en mayo de 2014, Estados Unidos lo incluyó en la denominada 'Lista Clinton' y hace tres años, exactamente el 14 de junio de 2012, en medio de otro dispositivo que pretendía apresarlo, cayó su compañera sentimental, Yanith Sepúlveda.

Se cree que Víctor Ramón Navarro era tan escurridizo por algunas cirugías plásticas que le habrían practicado y que impedían su fácil identificación y también por la construcción de una serie de túneles en la zona en que se movía y que le permitían escapar cuando los uniformados le tendían un cerco.

Las autoridades lo describen además como un obsesionado por el oro al que le gustaba coleccionar lingotes, cadenas y pulseras para regalarlos a sus más cercanos.

Megateo, de 39 años y oriundo de San Calixto, Norte de Santander, tenía control militar como cabecilla del frente ‘Libardo Mora Toro’ de la guerrilla del EPL.

Navarro Serrano fue el único comandante que no entregó las armas el primero de marzo de 1991, cuando se desmovilizó el EPL.

Se alió con las Farc y las bacrim para traficar droga. En abril de 2006 asesinó a 10 detectives del DAS y a siete soldados que lo iban a capturar en Hacarí.

Lo señalaban de haber dado muerte, por lo menos, a un centenar de uniformados.

Por su actividad de narcotraficante el Departamento de Justicia de Estados Unidos ofrecía una recompensa de cinco millones de dólares.

En una entrevista que dio hace más de un año a la revista Semana, Navarro rechazó su faceta como narcotraficante, si bien reconoció que cobraba 'un impuesto por la droga' puesto que era su 'manera de financiar la guerra'.

'Pero no somos los que recogemos y los dueños de las cocinas de procesamiento (de coca). Como organización cobramos el impuesto de guerra', dijo en esa ocasión.