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A Jorge Ignacio González se le removieron los fantasmas de la infancia cuando sintió el temblor de este martes, pues siendo niño padeció el terremoto de Popayán justamente en marzo de 1983.

Era Jueves Santo, 8:15 a.m. cuando él vio cómo su casa se agrietó, algo irrelevante, cuando pudo salir a la calle y vio que toda la ciudad se había desplomado.

Jorge refirió que él y su familia se salvaron de morir porque habían desistido de asistir a la misa matutina.

A raíz de esta tragedia nació lo que hoy es la Unidad nacional de Gestión del Riesgo y también se comenzaron a implementar políticas para prevención y para que las construcciones que se empezaran a levantar a partir de entonces reunieran condiciones antisísmicas.

Desde aquella época el hombre experimenta hasta el más leve movimiento de la tierra.