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El 2025 llegó con 77 millones de votos que le dieron un segundo mandato presidencial al republicano Donald Trump, en el que sus temidas promesas de campaña no solo se han ido materializando una a una, sino que han sobrepasado líneas rojas que antes nadie hubiera imaginado en el sistema sociopolítico estadounidense e impactado la economía y el orden global.

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Su gobierno, así como su propia figura, se han convertido en símbolo de polémicas, desconfianza y violencia verbal, lo cual no difiere mucho de su primer mandato, solo que en este 2025 se ha desarrollado ante los ojos estupefactos e impotentes de la comunidad internacional y sin un sistema de contrapesos institucional que lo frene.

Democracia: contra las cuerdas

El proyecto político del republicano se ha basado justamente en inventar o amplificar una serie de crisis que dibujaban en el horizonte el fin de la civilización blanca y judeocristiana en EE. UU. y que posicionaban al magnate neoyorquino como la única solución posible. Y esto último es la justificación que se ha esgrimido desde la Casa Blanca –que habla de jueces lunáticos empeñados en ignorar la voz y el mandato otorgado por los votantes estadounidenses– cada vez que se cuestiona una acción de esta administración.

Las agresivas campañas del segundo Gobierno Trump contra la inmigración, las iniciativas de diversidad, inclusión y equidad, el cambio climático, su condena del multilateralismo o sus alabanzas a China o Rusia dibujan un Ejecutivo con inclinaciones autocráticas.

El diario The New York Times publicó en abril un artículo en el que se consultaba a 35 prestigiosos académicos del derecho estadounidense sobre las políticas de sus 100 primeros días de su segundo mandato. De los 35, 34 hablaron de ataques frontales a la Constitución, ilegalidad, debilitamiento de las libertades garantizadas por la Primera Enmienda o de una clara obsesión por concentrar y consolidar el poder del presidente.

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Así mismo, ha redibujado distritos electorales sin ajustarse a los calendarios del censo para asegurar asientos republicanos en la Cámara Baja, de cara a las legislativas de medio mandato de 2026 o dictaminado que aquellos a los que acusa, sin aparentes pruebas, de traficar drogas por rutas marítimas merecen ser volados por los aires.

La lista se antoja interminable y ha deparado cientos de demandas contra las decisiones de la segunda administración Trump, entre 500 y 530 requerimientos presentados ante tribunales federales, según distintas herramientas de seguimiento en línea.

El segundo Gobierno estadounidense más demandado de la historia es curiosamente el de su predecesor, Joe Biden, que fue llevado a los tribunales en unas 135 ocasiones, muy por debajo de lo que el magnate inmobiliario ha logrado en los apenas 11 meses que han transcurrido desde que volvió a la Casa Blanca.

La crueldad de las redadas

Michael Dorf, profesor de derecho en Cornell, y uno de los consultados en el artículo, afirma en otra columna que “tras rodearse de aduladores, Trump no se siente ahora constreñido por la Constitución y las leyes federales”.

En menos de un año, Trump se ha valido de agencias federales o el Departamento de Justicia para tratar de que se procese a rivales políticos, ha deportado a migrantes sin el debido proceso o firmado órdenes ejecutivas de peso para eludir al Congreso, como las relativas a sus “aranceles recíprocos”.

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También ha desplegado agentes federales y militares en ciudades estadounidenses de manera unilateral, difuminando la separación entre autoridad civil y militar, ha acosado a medios de comunicación o universidades o intentado eliminar el derecho de suelo para los hijos de indocumentados.

Adiós a diplomacia y alianzas

El panorama geopolítico estaba configurado, pero Trump llegó para romper o para poner en duda alianzas que llevaban décadas configurándose y que no solo dejaban claro cómo estaba el orden y las fuerzas mundiales, sino que permitían a los bloques, como la UE, tomar decisiones basadas en el apoyo de sus aliados.

Así mismo, el quiebre de relaciones con los tribunales internacionales y las mismas organizaciones de ayuda que financiaba el Gobierno de EE. UU. han pasado a un segundo plano en la agenda del magnate, quien las ha tildado en varias ocasiones de no responder a los intereses de los americanos y de favorecer a grupos terroristas o gobiernos que su administración considera enemigos.

En el caso de Ucrania, una de las fotos más simbólicas del año fue la que resultó de la reunión con el presidente Volodímir Zelenski en la Casa Blanca, luego de sostener un acalorado encuentro en vivo jamás televisado, lo que demostró no solo la manera en que Trump maneja las relaciones, sino también la vulnerabilidad de sus aliados.

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En el caso de Gaza, su controvertido apoyo a Israel ha sido motivo de protestas a nivel internacional, pues si bien él mismo se ha colgado la medalla de lograr un acuerdo entre el gobierno de Netanyahu y el grupo terrorista Hamás, en el proceso la Comisión Internacional Independiente de Investigación de la ONU concluyó lo que muchos organismos y asociaciones llevaban denunciando desde que Israel inició su ofensiva contra Gaza dos años atrás: el Estado hebreo ha cometido genocidio contra los palestinos en la Franja.

Guerra comercial

Una de las medidas más controvertidas del presidente estadounidense, Donald Trump, este año fue la aprobación el 2 de abril de aranceles a más de 180 países en lo que él denominó el “Día de la Liberación”. Esta decisión dio inicio a una guerra comercial global que ha marcado la economía mundial y las relaciones internacionales durante todo 2025.

La imagen del presidente republicano sujetando unas tablas con los distintos aranceles impuestos se ha convertido en una de las fotografías más recordadas del año. Trump justifica estas medidas proteccionistas por el enorme déficit comercial de Estados Unidos con otros países, aunque también ha recurrido a los aranceles con otros fines: los aplicó a México por considerar que no controla suficientemente el flujo de drogas y migrantes hacia EE. UU., y a China por el envío de fentanilo a su territorio.

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Tras meses de intensas negociaciones, los nuevos aranceles fueron entrando en vigor con diferentes niveles según los acuerdos alcanzados previamente. Su impacto en la economía global aún está por evaluarse.

Tensión Colombia-Venezuela

La administración estadounidense retiró en septiembre a Colombia de la lista de países que cooperan en el combate contra las drogas y posteriormente sancionó a Gustavo Petro, al que acusó de ser un “líder del narcotráfico” y lo incluyó en la lista de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, siglas en inglés), conocida como la Lista Clinton.

Para las relaciones bilaterales, el año ha estado marcado por cruces y acusaciones entre los dos mandatarios. El más reciente: Trump advirtió a Petro que será “el siguiente”, en alusión a la presión que su Gobierno está ejerciendo contra el mandatario de Venezuela, Nicolás Maduro.

Al ser preguntado por la prensa en la Casa Blanca sobre si planea hablar pronto con Petro, el republicano lo descartó, argumentando que el mandatario colombiano “ha sido bastante hostil con Estados Unidos”.

Así mismo, la administración Trump ha señalado a Maduro como el líder del Cartel de los Soles —calificado por Washington como un grupo terrorista—, acusación que el Gobierno venezolano niega tajantemente.

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Petro, considerado un aliado de Maduro, propuso el mes pasado un “gobierno de transición compartido” en Venezuela para solucionar la crisis que vive ese país y evitar también una intervención extranjera, como denuncia Caracas tras el despliegue aeronaval de Estados Unidos en aguas del mar Caribe con el pretexto de combatir el narcotráfico.

Petro, por su parte, afirmó que Maduro es un “dictador”, pero aseguró que no existe evidencia de que sea un narcotraficante, como sostiene Estados Unidos. En ese sentido, cuestionó que ningún mandatario de Latinoamérica haya llamado a otro ante los ataques de EE. UU. contra lanchas supuestamente cargadas con droga.

Los archivos de Epstein sacudieron al magnate

Con un ultimátum, Trump se vio contra las cuerdas por la publicación de los archivos de Jeffrey Epstein. De hecho, ayer el Departamento de Justicia de Estados Unidos cumplió el último día del plazo que le había dado por ley el Congreso de Washington para publicar dichos documentos.

Por esto, el Gobierno activó un portal para consultar cientos de miles de archivos de la investigación sobre el pederasta.

El portal incluye una barra de búsqueda y también permite acceder directamente a registros judiciales, revelaciones del Departamento de Justicia, material que recae bajo la Ley de Libertad de Información y la documentación que desde septiembre ha estado publicando también el comité de supervisión de la Cámara de Representantes.

Mucho de lo que puede encontrarse en esta base de datos ya había sido publicado por el propio Departamento de Justicia.

Entre ellas se cuentan, por ejemplo, videos y fotografías de los viajes de Epstein con su exnovia y colaboradora, Ghislaine Maxwell, grabaciones de seguridad de sus residencias, vídeos de la celda antes de que se suicidara, imágenes de festejos o agendas con contactos de masajistas censuradas para proteger la seguridad de las víctimas.

Trump en un principio no quiso apoyar la publicación, pero después tuvo que rectificar y firmar la ley.

*Con información de EFE