La convulsa alfombra roja de los Premios César —que tuvo llamamientos al boicot desde que se conocieron los nominados—dejó profundas insatisfacciones en colectivos feministas y gremios actorales al conocerse que, Roman Polanski, acusado de violación, se llevaría el máximo galardón por El oficial y el espía.
El director no asistió a la gala por la presión mediática de activistas de género, sin embargo, al conocerse la decisión del jurado, se escucharon abucheos, gritos de '¡vergüenza!' y una decena de mujeres presentes en el recinto abandonó la sala en señal de rechazo a la institución.
La indignación estuvo presente también en los alrededores de la Sala Pleyel de París, donde protestaron cientos de feministas por lo que consideraron una bofetada a las víctimas de abuso sexual.
La actriz francesa Adèle Haenel, una de las primeras en dejar los galardones dijo en una entrevista con The New York Times:'Reconocer a Polanski es escupirle en la cara a todas las víctimas. Es decir que violar a las mujeres no es tan malo'.