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Por estos días Bogotá no solo es la capital de Colombia, también es el centro de la moda en el país. Con la intención de retomar nuevas tendencias, formas de expresión y abrir un espacio a propuestas creativas poco convencionales en el mercado de la moda local, se lleva a cabo la cuarta edición de BCapital 2018. Esta feria de moda, que culmina hoy, se ha convertido en una plataforma que reúne en un mismo espacio conocimiento, pasarelas de talentos emergentes y exhibiciones de moda.

Este año, el evento está orientado a resaltar el vínculo entre 'Moda, saberes y patrimonio', y a profundizar en la manera cómo los diseñadores nacionales suelen encontrar una fuente de inspiración en las técnicas artesanales propias de la identidad cultural colombiana. 

El encargado de subir el telón fue el diseñador manizalita Jorge Duque Vélez. Como una 'nueva mezcla raizal, en una sociedad diversa y multicultural', definió Duque su colección 'Mistura', presentada entre la belleza arquitectónica y la historia del Teatro Faenza, uno de los escenarios de proyección de cine más antiguos de Bogotá. 

Basado en los fenómenos sociales y culturales que se crean con la aparición de 'nuevas tribus y de culturas híbridas en la sociedad', Duque ofreció una puesta en escena amenizada con sonidos electrónicos fusionados con el género urbano y melodías de la India. La riqueza visual de la pasarela estuvo integrada por la unión de un concepto futurista y la fuerza de los tejidos y estampados de línea étnica. Las faldas con flecos, los trajes de pantalón y los vestidos a la mitad de la rodilla fueron algunos diseños que predominaron en la pasarela. 

Una reflexión

El diseño, la cocreación y la transferencia de conocimientos entre diseñadores nacionales y artesanos se han convertido en temas muy atractivos para ambos grupos. Es por ello que, con el fin de abrir un campo de reflexión frente a esta dinámica, los diseñadores Manuela Peña, Miguel Moyano, Manuela Álvarez, Carolina Sepúlveda y Jorge Orozco compartieron ayer, en el segundo día de la feria, su experiencia al trabajar de la mano con comunidades indígenas tales como los coreguaje, salasaca, emberá y wounaan.

Una de las temáticas controversiales del conversatorio fue el contraste 'del uso de la máquina con la mística del trabajo manual'. Así lo explicó Manuela Álvarez, diseñadora de la marca Maz, quien ha trabajado con la comunidad emberá del Chocó y con los kamsá del Putumayo.

'La manualidad es como una vida nueva. Cuando empecé a trabajar con las comunidades me di cuenta que en Latinoamérica nuestro lujo son las manos indígenas', dijo Álvarez.

Por su parte, Carolina Sepúlveda, directora creativa de la marca Aldea, asegura que involucrar el legado artesanal no puede quedarse en un diálogo, ya que todo radica en atreverse a 'descubrir y explorar en la realidad de las técnicas de estas comunidades'. 

Para estos expertos, los grandes retos en el proceso de cocreación de diseñadores y artesanos es 'ser sostenibles y éticos, sin sacrificar el diseño y el estilo'. 

'Yo trabajo con el pueblo indígena Coreguaje en el Caquetá, una comunidad que no es numerosa, por lo que hay que valorar sus saberes. Ser ético es eso, aprender a escucharlos, a entender cómo viven, qué comen, cuál es su contexto y respetarlo. Así como también aprovechar las fibras naturales y ser sostenibles. La idea no es crear con materiales que terminen en el río o en el mar, se trata de que todo sea un ciclo', afirmó Manuela Peña, diseñadora de Religare. 

Finalmente, el diseñador Miguel Moyano, quien trabaja de la mano con artesanos del centro de Ecuador, hizo un llamado a reflexionar sobre el origen de las materias primas que se usan en la actualidad y a la necesidad de 'aportar al desarrollo de estas comunidades más allá del diseño'.