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La taruya, planta acuática de las zonas cálidas de América del Sur, es conocida también como jacinto de agua, flor de bora, camalote, aguapey o tarope.

Esta especie de vegetación, considerada invasora, tiene una enorme utilidad para los artesanos del corregimiento de Antequera, en el municipio de Tamalameque, Cesar.

Los emprendedores trabajadores de artesanías transforman la taruya en tejidos para la elaboración de carteras y bolsos.

Al despuntar los primeros rayos del sol, se inicia la labor de los integrantes de la Fundación Manití, quienes a bordo de una chalupa arrancan la taruya de la Ciénaga de Zapatosa, ubicada en el departamento del Cesar, para transformarla en los tejidos con los cuales se elaboran bolsos, carteras y sobres, entre otros productos.

'Nos llena de alegría trabajar con materiales que contribuyen a la conservación del medio ambiente como la taruya', aseguró Claudia Acosta, creadora de Feel, una de las marcas que utiliza el saber ancestral de los tejidos para hacer moda y desarrollar productos innovadores con base a este material ecológico.

El saber ancestral de los artesanos, que con sus manos llevan a cabo una labor que va de generación en generación, es ahora aprovechado en la exploración de nuevos materiales que reemplazan las tradicionales palmas, como la utilización de la taruya, con la que además se aporta a la conservación del medio ambiente, facilitando la navegabilidad y la pesca en la Ciénaga de Zapatosa.