“Ballena ven a escuchar, tienes la memoria de todo nuestro pasado”, recita Alba Angulo en una playa del Pacífico colombiano con un grupo de ‘cantaoras’ que dan serenatas a las ballenas jorobadas que cada año regresan a reproducirse, y se han convertido en un eje turístico de la región.
“Mi abuela me contaba que las ballenas tienen la memoria en el ADN, tienen esa memoria de todo lo que ha pasado y toda la belleza que ha ocurrido en el Pacífico”, explica a EFE Angulo, que participó junto a su grupo de ‘cantaoras’ en el séptimo Festival Mundial de Ballenas y Cantaoras en Juanchaco, una de las comunidades ubicadas en este “corredor azul” que transitan las ballenas.
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La ballena jorobada, uno de los cetáceos más grandes con un promedio de entre 15 y 19 metros de largo, hace una de las migraciones más largas del planeta: anualmente recorre alrededor de 17.000 kilómetros desde la Antártica hasta el Pacífico colombiano para reproducirse, y después regresar al punto de partida.
Y con marimbas, cununos y flautas -instrumentos tradicionales utilizadas en la música de la región pacífica colombiana-, las comunidades las reciben cada año y les rinden homenaje con canciones que componen inspirándose en la conexión que sienten con ellas; como Angulo, que escribió su más reciente poema por un sueño en el que su abuela le hablaba de ellas.
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A Colombia llegan alrededor de 3.000 ballenas cada año para reproducirse, y nacen unos 1.000 ballenatos al año, recuerda a EFE Fabián Bueno, director del Festival Ballenas y Cantaoras, quien además subraya el papel “tan importante” que juegan estos animales para el planeta, ya que “reducen alrededor de 70.000 millones de toneladas de dióxido de carbono”.
Una estrecha relación
“Las ballenas tienen esa magia, a veces soñamos con ellas, a veces las escuchamos estando muy lejos y esa conexión es algo bastante especial que nos hace sentir algo diferente y brindar ese tipo de homenajes y serenatas a ellas”, agrega Bueno en Playa Dorada, reconocida internacionalmente como Bandera Azul por su excepcional estado de conservación.
Y compara: “así como las ballenas cantan, tienen unos cantos preciosos, que ha inspirado a muchas mujeres de nuestro territorio para escribir, para hacer poesía, para hacer cantos”.
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“Canta y baila en sintonía, pues pronto tendrá su cría”, continúa el poema de Angulo, ya que “cuando ellas van a aparearse o a tener sus crías empiezan a saltar mucho, empiezan a salir mucho del mar por la alegría”, una alegría que la joven ‘cantaora’ compara con “la alegría que uno siente al verla saltar, al verla salir. Es algo espectacular”.
Turismo de ballenas
Todo depende del mar. Si está muy picado las lanchas no pueden salir a la búsqueda de los grandes cetáceos que se pasan cuatro meses en las costas de Buenaventura y Bahía Málaga, en las que sus ballenatos nacen y crecen entre juegos; pero centenares de turistas salen todos los días si la marea lo permite a observar este despliegue de naturaleza.
Las ballenas se han convertido en un motor de desarrollo económico del Pacífico, duramente golpeado por el conflicto y la desidia estatal, y también de conservación, ya que las comunidades están más implicadas que nunca en preservar y recuperar la rica biodiversidad en la que habitan, con proyectos como la planta de transformación del plástico que recogen en Playa Dorada.
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“Es un lugar mágico que tiene una mezcla espectacular entre una biodiversidad de naturaleza exótica con una cultura maravillosa”, describe Julián Franco, secretario de Turismo de la Gobernación del Valle del Cauca, donde está ubicada Buenaventura y sus zonas rurales.
El departamento del Valle del Cauca, uno de los más biodiversos del país debido a su ubicación en el Chocó biogeográfico, será el anfitrión el próximo mes de octubre de la COP16 de Biodiversidad, una cita que reunirá a miles de expertos y tomadores de decisiones de todo el mundo convocados para tomar decisiones y acciones frente a la pérdida de biodiversidad que afronta el planeta.