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El día en que lo pusieron a dormir, Adriana Alvarado se levantó con ganas de morirse. Había soñado con que Logan, a quien amó como a su hijo, la acompañaba aún en aquella habitación vacía que guardaba su olor, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió aludida por el quejido inexistente de un gato que ya no podía controlar sus heces.