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'Es de plumas negras, tiene el pescuezo pelado, y parece que cargara una piedra encima de la cabeza'. Con estas palabras sencillas describió el campesino Israel Vega Arévalo un ave de alas inmensas que por estos días había visto sobrevolar varias veces los cielos de la Serranía del Perijá, en jurisdicción de La Jagua de Ibirico, noreste del Cesar.

La revelación se la hizo a Andrés Ramos, participante del Primer Censo Nacional del Cóndor Andino que organizó Parques Naturales Nacionales, Fundación Neotropical, WFColombia, WCS, con apoyo de la secretaría de Medio Ambiente de La Jagua de Ibirico, y la Fundación Hidrobiológica George Dahl. El avistamiento se produjo los días 13, 14 y 15 de este mes de febrero.

Para Ramos no cabía duda de que el baquiano se refería a un ejemplar de la especie cóndor andino, objetivo de la investigación.

Fueron 12 horas de movilización en motocicleta, a lomo de mula, a pie, los que empleó Ramos para llegar al punto de observación en la escarpada montaña, y conocer el relato de su acompañante nativo.

El investigador no solo fue enterado de la presencia de este cóndor, Israel Vega también le hizo saber que lleva más de una década observando otros ejemplares parecidos planear por esos lares.

Pero lo mejor estaba por llegar. El expedicionario subió unos 2.235 metros sobre el nivel del mar, y desde allí con un potente binóculo Vortex de 8 x 42 vio lo que a lo mejor no esperaba encontrar: un cóndor macho cortejando a la hembra, dándole muestras de amor. También había muy cerca un tercer cóndor, testigo atento de los flirteos amorosos de la pareja de enamorados.

'Fue un momento único, emocionante y enternecedor... hasta que el macho alzó vuelo', declaró Ramos a EL HERALDO.

En busca del nido

Ante el registro de los cóndores en coqueteos de apareamiento, es fácil suponer la existencia de un nido en el área, cuyo hallazgo es ahora el principal objetivo de los científicos. Si lo encuentran sería el tercer registro de nidos de cóndores andinos en el país en los últimos 49 años, y el primero en el Caribe.

El biólogo Francisco Ciri León, director de la Fundación Neotropical, uno de los entes que lideró el censo, declaró que el primer nido en Colombia lo descubrió en 1972 el norteamericano Jordan McGahan, en el Cañón del río Pasto, límites con Ecuador.

El otro fue en 2015, en el páramo del Almorzadero, Santander, por los colombianos Alejandra Parrado y Fausto Sáenz.

'Si confirmamos la existencia de uno más en el Perijá, estaríamos ante una gran noticia', comentó emocionado Ciri León.