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La celebración por el triunfo de la Selección Colombia frente a Polonia el pasado domingo terminó en tragedia para una familia en el barrio El Carmen, de Aracataca, Magdalena.

Katia María Montenegro, de 23 años; su suegra Luz Marina Navarro, de 60; y un bebé de siete meses murieron intoxicados por la inhalación de monóxido de carbono, gas incoloro e inodoro emanado por una planta eléctrica que dejaron encendida toda la noche, luego de quedar sin energía en el municipio.

En el hecho resultaron heridos el comerciante Alfredo Ochoa Navarro, de 26 años y esposo de Katia; su hermana Ana Ochoa Navarro, de 36 años; y tres menores de 5, 9 y 13 años, quienes fueron auxiliados por la comunidad y remitidos en grave estado de salud al hospital San Rafael, de Fundación.  

'Ellos después de ver el partido se quedaron festejando y como se fue la luz mandaron a buscar una planta eléctrica para dormir con sus abanicos y, al parecer, se quedaron dormidos. La planta siguió prendida y el gas que eso emana originó toda esta tragedia', dijo el alcalde de Aracataca, Pedro Sánchez.

Los cuerpos sin vida fueron hallados este lunes a la 1:20 de la tarde por Kelly Pertuz Ochoa, mamá del bebé fallecido y hermana de una de las menores heridas, quien llegó de Valledupar, tocó insistentemente la puerta de la vivienda y como nadie le abría se asomó por el patio.

'Como no me podía volar la paredilla grité y nadie se asomó. Mi hermana como pudo me pasó la llave porque no dio para abrir la puerta, cuando abrí ella de lo mal que estaba se quedó dormida. Mi tío estaba tirado en el piso, los perritos estaban muertos y cuando llego al cuarto donde estaba mi hijo lo veo muerto y la esposa de mi tío tirada en la cama', contó Pertuz en medio de las lágrimas.

Este hecho causó consternación en Aracataca, donde los residentes se quejan de los continuos cortes de energía.

'El fluido eléctrico en Aracataca es malísimo, en cualquier momento lo quitan, se dañan las comidas y mire esta tragedia con una familia del pueblo por la luz', dijo Mónica Fonseca, vecina de las víctimas.

Por: Paola Benjumea Brito*